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Rigor y Sentimiento

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Cuando el estudiante es verdaderamente “vulgo’, verdaderamente “pueblo”, se le puede comprender y encauzas, y hasta puede resultar simpático; en cambio, cuando su comportamiento obedece a los mandatos de la industria cultural, se convierte en un zafio, en un patán, en un idiota que sólo puede ser simpático y comunicarse a sus anchas con otro idiota igual.

La ciencia y la industria cultural guardan una relación esencial, a saber, la primera estudia a la segunda, no a la inversa. La industria cultural es el objeto de conocimiento, la ciencia, el sujeto cognoscente. Investigadores independientes, como Humberto Eco o escuelas, como la de Frankfurt, estudian los medios de comunicación social y sus productos, y suelen llamar a los primeros “Industria cultural’ y a los segundos “Chatarra cultural’ o “Pseudo-cultural”, Pero las diferencias, desconexiones y distancias son hoy más marcadas, porque la ciencia y la industria cultural son enemigos de origen, aunque sus portadores o detentadores individualmente no lo sepan y haya ‘colaboracionistas” de ambos bandos; lo son del mismo modo que el ladrón y su víctima, pues tal industria, creadora de productos-chatarra, de consumo inmediato, ha expropiado a la ciencia, sin previa indemnización, los medios con que cuenta y que produce. En Alemania, en los años sesentas, un profesor, hombre maduro e informado, amigo mío, decía ante su aparato televisor: ‘Sí esto estuviera al servicio de la cultura y de la ciencia desde sus inicios, la ciencia y la cultura fueran cosas placenteras para todos, la cultura popular continuaría desenvolviéndose en sus espacios propios con alguna espontaneidad, como siempre, y la alta cultura podría llegar al pueblo que la degustara. Pero no fue así, de estos medios se posesionaron para difundir la diversión, la distensión y el ocio, y por diversión se entiende desde la violencia física o psicológica hasta la estupidez. Hoy, cuando se transmite un programa cultural, un encuentro de científicos, una pieza de música sinfónica, un teleteatro de calidad, sólo lo disfrutan más o menos los expertos; a los demás les parece aburrido, solemne o, a muchos jóvenes, cosas de viejos”. Además, y como dice Eco8, la industria cultural vende “efectos ya confeccionados”, de modo que el profesor que incidentalmente utilizara algún fragmento de sus productos, no llenaría las finalidades de la enseñanza, ni siquiera las que él se propone en el caso (producir un efecto), pues el alumno no tiene nada que reflexionar, el efecto está dado, se ha reflexionado por él, y esto es contrario -supongo- a los fines de la educación escolar, o sea, crear una “vida cultural especializada”. Es válido, por supuesto, utilizar la metáfora, la comparación o símil, la ejemplificación elemental y hasta las bromas juveniles y el habla

8 Umberto Eco, Apocalípticos e integrados e integrados. p. 88. popular, para puntualizar o clarificar algunos temas o para reforzar los pensamientos transmitidos, pero no comparemos nunca lo que enseñamos en la escuela con lo que muestra la televisión a través del cantante, la canción o la vedete de moda. ¡Por favor!

La fuente principal de información de los profesores está en los libros, en sus reseñistas, sus comentaristas y sus intérpretes. La cultura del Life y del Selecciones se tiene, si es que se tiene, como diversión o distensión, no como información cultural principal. Contar esencialmente con la información pseudocultural y trabajar en una escuela, sea como profesor o como estudiante, es moverse en un