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Si no lo hace, si dijera (como suele suceder) “esto ustedes ya lo saben desde la primaria”, estará fantaseando y anulando la verdadera clase. Además, si se autoanalizara, no encontraría él mismo infinidad de información y de nociones que debiera saber desde la primaria, y que no sabe.

La claridad supone también la posibilidad de que el alumno interrumpa la exposición para formular alguna pregunta. Después de responderla, repetirá de manera sintética lo antes expuesto, con la finalidad de que se aprecie la ubicación de la duda formulada y su respuesta.

Si se utilizaran tecnicismos habría que definirlos, y hacerlo siempre hasta que los alumnos se familiaricen con ellos. “Claridad” no implica la vulgarización, pero sí utilizar las voces exactas o las más precisas, como los tecnicismos, hasta lograr la habituación con ellos, en lo posible. Cuando en su “Introducción” ala, Crítica de la Razón Puta, Kant dice: “No se puede dudar que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia”, yo me doy cuenta de que eso que expresa es claro; también cuando añade. “Pero si es verdad que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencía, todos, sin embargo, no proceden de ella...”

En mi época de estudiante en la Facultad de Filosofía (aunque no obtuve el grado en filosofía, sino en derecho) al principio no me pareció nada claro. Al contrario, sumamente confuso. Después me di cuenta de que la claridad en el pensamiento kantiano existía, pero el rigor, esto es, la precisión y justeza en la exposición, daban al traste (para mí) con dicha claridad. Cuando pude captar la idea, casi dí un salto de emoción y de placer, y desde entonces distingo la claridad del rigor, así como la claridad de la inteligibilidad. La claridad es algo objetivo, lo inteligible, subjetivo. La luz del Sol difunde claridad, pero el ciego no se percata de ella.

José Castillo Farreras Rigor y Sentimiento en la catedra

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