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La tarea fundamental del profesor es la de informar a los alumnos, e informar es enterarlos de algo. Pero para informar o enterar de algo a alguien, es menester el recurso de la descripción, y la descripción puede ser tomada de las fuentes que se utilizan, repitiéndolas, o producto de la propia inventiva y reflexión.

formas, se ingresa al campo del rigor explicativo, si se usan correctamente las palabras y los conceptos idóneos y se sigue un engranaje lógico al hacerlo, En cambio, si luego de hacer la descripción se expresa un sentimiento ante lo descrito y/o ante la forma misma con que se ha descrito, se ingresa al campo de la emotividad y se transmite al alumno el interés por lo explicado.

Si el maestro, después de explicar con objetividad un tema, añade algo así como: “Si ponemos atención en esta tesis, no podemos dejar de conmovernos”, y luego la sintetiza animosamente, logrará que con aquella eclosión del sentimiento los educandos adquieran interés y fijen por otros medios distintos de la memoria lo que se ha explicado. Si la cátedra se expusiera con el puro rigor de la exactitud, de la precisión y & la logicidad, se estaría pensando que el público está constituido poco menos que por máquinas, que sólo reciben información. Ello no es así. El destinatario lo componen seres humanos, y los seres humanos requerimos del calor de los sentimientos, para equilibrar la gelidez del rigor. Hasta el maestro más sabio ante un auditorio de sabios necesita un breve descanso, y lo logra haciendo quizás alguna broma. Con la palabra escrita tal vez

Ahora bien, no es lo mismo describir objetos que expresar un sentimiento ante los objetos descritos o ante la propia descripción Cuando se describen objetos, cosas, fenómenos, relaciones, teorías, formas, se ingresa al campo del rigor explicativo, si se usan correctamente las palabras y los conceptos idóneos y se sigue un engranaje lógico al hacerlo,