Casa de Leopardi en Recanati
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Recanati fue para él la prisión que representaba concretamente este sentido intolerable del “finito” de frente a su anhelo de “infinito”: pero precisamente por esto, como observó Momigliano (Cappuccio,1965) sus mejores poesías fueron escritas en Recanati.Sólo en noviembre de 1822, cuando ya había dado vida a nuevas composiciones poéticas, tales como: En las bodas de su hermana Paulina, A un vencedor de pelota, Bruto menor, A la primavera, Último canto de Safo, Himno a los patriarcas, le fue permitido salir de Recanati para viajar a Roma. No es que él creyera que encontraría la felicidad, porque ya su pensamiento sobre lo que podía ofrecerle el mundo al respecto era bien preciso. Sin embargo, en aquel viaje, lo acompañaba la esperanza de una vida más intensa y confortada por el contacto con nobles espíritus y de más vastos horizontes. Fue una desilusión, sólo la tumba de Torcuato Tasso, que visitó con una gran emoción en Sant’Onofrio, le pareció que hablase a su alma con aquel alto lenguaje que él había esperado. Regresó a Recanati (abril de 1823) con una tristeza más profunda y amarga, con una más pesimista visión del mundo, y sintió entonces seca en su alma también la vena poética. El año de 1824 lo dedicó íntegro a la composición de las Obras morales, en donde frecuentemente hace un examen amargo e implacable de las tantas ilusiones de las que ingenuamente viven los hombres.En julio de 1825 Leopardi pudo de nuevo alejarse de Recanati. El editor Antonio Fortunato Stella le había encargado preparar una colección de escritores latinos e italianos, y él se dirigiría a Milán con este objetivo, esperando que su propio trabajo sirviera para mantenerlo lejos de su pueblo. Pero también ésta fue una breve ilusión, porque ya en septiembre sus condiciones de salud lo habían obligado a dejar Milán por Bolonia donde esperaba encontrar un clima más tolerable. “Yo soy, perdón por la metáfora, un sepulcro ambulante, que llevo dentro de mi un hombre muerto, un corazón sensibilísimo que ya no siente” (Leopardi, 1949, p.85)yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
Y por eso, al no consentirlo la familia, él intentó huir “de su natal pueblo selvático” (Leopardi, 1949, p. 27), pero descubiertas sus intenciones, tuvo que quedarse. Sin embargo, esa intención asume en la vida de Leopardi un significado simbólico: expresa su ansia de evasión de aquellos cerrados límites que le parecían que sofocaban la vida humana, había en él una romántica ansia de infinito que contrastaba duramente con las conclusiones de sus doctrinas mecanicistas.