El Poeta Giacomo Leopardi Laura Elena Villarreal Colmenares Cimena
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antiguos, tradujo, comentó, compuso varias obras, ansioso de la erudición más peregrina y recóndita. Son de aquellos años una Historia de la Astronomía (1813), discursos sobre escritores griegos y latinos, entre los cuales se encuentra Cornelio Frontone (1816), un Ensayo sobre los errores populares de los antiguos (1815), una traducción del primer libro de la Odisea (1816), dos tragedias Pompeyo en Egipto y La virtud india (1812) y versos griegos e italianos. Una producción tan vasta, que Pietro Giordani, algunos años después (1819), escribía sobre él: “Imagínense que Monti y Mai juntos sean un dedo del pie di aquel coloso” (Cappuccio, 1965, p.177).
Pero si fue vastísima su erudición, no siempre fue útil, y frecuentemente un fin en sí misma, ya que su salud fue gravemente arruinada: los ojos debilitados, una desviación de la espina dorsal, y una enfermedad nerviosa le impidieron rápidamente cualquier lectura o estudio y todo esfuerzo mental, por más de un año, y limitaron además sus posibilidades de trabajo para toda su vida. Esta forzada inercia lo obligó a un recogimiento y a una solitaria meditación que produjeron en él una profunda crisis. “La mutación total en mí y el pasar del estado antiguo al moderno, siguió, se puede decir durante un año, es decir en 1819, privado del uso de la vista y de la continua distracción de la lectura, comencé a sentir mi infelicidad de una manera más tenebrosa, comencé a abandonar la esperanza, a reflexionar profundamente sobre las cosas... a volverme filósofo de profesión (de poeta que yo era),
sentir la infelicidad verdadera del mundo...” (Leopardi, 1949, p.26).
Sus meditaciones lo alejaron entonces de la religión, de la cual había sido antes un ferviente seguidor, y lo condujeron hacia los principios de las doctrinas mecanicistas; sus ideas políticas conservadoras y reaccionarias fueron sustituidas por una convencida adhesión a las ideas de libertad que preparaban el Resurgimiento Italiano; los intereses eruditos cedieron ante los de la poesía.
Ya en el año precedente al que él indicó, habían nacido las canciones A Italia y Sobre el monumento de Dante, y ahora le seguían la de A Angelo Mai y los primeros Idilios . Al mimos tiempo en que se verificaba esta crisis con Pietro
Giordani, misma que se mantuvo viva gracias a numerosas y afectuosísimas cartas y también por una visita de Giordani a Recanati en septiembre de 1818. Quizá estos contactos aceleraron en Leopardi el deseo de salir del cerrado ambiente de su adormilado pueblo, no sólo por un ansia de gloria, sino también para poder vivir una vida más intensa, junto a hombres doctos y espíritus nobles que él entonces pensaba había en el mundo, más allá de Recanati.