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Don Gabino Ayala Mina se convirtió en el comerciante más rico de México, que no sólo vendía camisas en nuestro país sino que las exportaba al extranjero, por lo que adquirió una gran casa porfiriana en la colonia Santa María la Rivera, y se empezó a codear con personajes importantes del mundo de los negocios, mientras educaba a sus hijos en las escuelas más caras del país, con la finalidad de que sus descendientes se relacionaran con alumnos de familias de alta alcurnia.

Como próspero hombre de negocios, don Gabino tenía pocos momentos de ocio, en los que de pronto y sin motivo alguno recordó aquella ánfora que había dejado olvidada en el pozo de su antigua vecindad. Fue al lugar en donde creció de niño y para su fortuna, todavía la pieza de cerámica se encontraba en la parte baja de aquel pozo, la sacó de la profundidad y se la llevó a su casa.

Cuando llegó a su domicilio con la pieza que habían robado él y su amigo, le enseñó a su mujer la sorprendente obra de arte y relató a su esposa la aventura.

Martha quedó muy impresionada, como había leído la Ilíada, obra clásica de la literatura griega, se le ocurrió inventar que la familia de su consorte descendía de Áyax uno de los héroes aqueos más valientes, que participó en la guerra de Troya y en dos combates venció a Héctor general aqueo; y sin ningún antecedente real, dedujo que el apellido Áyax lo habían transformado en el tiempo, del griego al latín y del latín al español, al de Ayala, por tanto su esposo y sus hijos eran nobles de alta alcurnia.

Para probar sus afirmaciones, tomó las cenizas que dejaban los leños quemados de su calentador, los molió en un molcajete y las depositó en el recinto mortuorio, alegando que eran restos del famoso personaje griego, los hijos creyeron al pie de la letra la historia y se consideraron nobles de ascendencia importante. Los muchachos crecieron entre las altas esferas, se relacionaron como estaba previsto, lograron evitar este gerunfdio, pertenecer al grupo de las familias ricas de la ciudad, y terminaron como profesionistas; Gabriela se recibio de contadora, Gabino y Melchor de Ingenieros Industriales y la hija mayor por pretensiosa nunca se casó, ya que se quedó esperando al príncipe de sus sueños viviendo en la casa de sus padres hasta que ellos murieron.

Salvador Azuela Arriaga El Ánfora

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