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en los que contrastaban el rojo y el negro, con la representación de la lucha de entre Áyax y Héctor, que tan detalladamente nos relata el poeta Homero en la Ilíada; al contemplarla, el comerciante se impresionó tanto, que sin la valuación correspondiente, penso que era una obra de arte autentica del siglo V a. de c., y la colocó en el aparador de la tienda.

A los adolescentes les llamó tanto la atención aquella pieza de cerámica que planearon robarla. Una tarde, aprovechando que el anticuario estaba atendiendo a unos extranjeros, entraron a la tienda y sustrajeron el ánfora, la cual fueron a esconder en un pozo abandonado por inservible, que estaba en un pequeño patio al fondo de la vecindad en donde vivían. Como los dos amigos ansiaban quedarse con lo hurtado, acordaron jugarlo en una partida de canicas. Así, Perico, haciendo gala de puntería, logró entrar al hoyo después golpear la pequeña esfera de su contrincante y ganar el juego, en consecuencia, adquirió el ánfora. Por temor a ser descubierto por su familia no la llevó a su domicilio y la dejó en el mismo lugar en donde antes estaba escondida.

Los ladronzuelos continuaron con sus acciones delictivas por algún tiempo, hasta que un día el Cuervo quiso robar a un extranjero que iba armado, la víctima se dio cuenta de que querían sacarle la cartera y sin pensarlo sacó la pistola y disparó a mansalva, convirtiéndose de víctima en victimario, el adolescente murió al instante, el homicida huyó sin dejar huella. Perico, que contemplaba la escena a unos metros de distancia, también se perdió entre la multitud, con la inmensa pena que le produjo la muerte de su cómplice. Desde el fatal accidente el muchacho que quedó con vida cambió de actitud, abandonó las actividades ilícitas por otras menos lucrativas, se dedicó a cargar bultos, ayudando a quienes compraban algunos de los productos que en el mercado de la Lagunilla se vendían y a vivir honestamente de las propinas que le pagaban por sus servicios. A un comerciante de camisas, de nombre Salomón Quijal, muy relacionado en el ramo, le agrado el esfuerzo que Perico realizaba y lo contrató con un sueldo raquítico, para que le ayudara a cargar los paquetes de la mercancía. Como el joven era muy listo, poco a poco fue aprendiendo el arte del comercio, se relacionó con los compradores a los que su jefe les surtía las tiendas, se aprendió de memoria los modelos, las marcas, las diferencias entre una tela y otra, el estilo de las camisas, las fábricas en que se producían las mejores prendas, en donde ofrecían buenos precios, al grado de que se convirtió en experto.