7. Sacerdote y sastre 1834 (MB. 1, 310).
Cuando yo era joven soñé que había llegado a ser sacerdote y que revestido con los ornamentos sacerdotales trabajaba como sastre. Pero que no me dedicaba a coser telas nuevas sino a remendar vestidos ya rotos.
8. Su método de educación debe ser en base de amabilidad 1836 (MB. 1,342) Siendo seminarista, un día se encontró con su gran amigo José Turco el cual le preguntó: – “Ahora eres seminarista. Pronto serás sacerdote. ¿A qué te dedicarás después?”.
Juan le respondió: – “Mi intención es no ser párroco, sino dedicarme a recoger muchachos pobres y abandonados para educarlos cristianamente e instruirlos y prepararlos bien para la vida”.
Y luego le narró el siguiente sueño que había tenido: – Vi una gran ciudad por cuyas calles corrían muchos jovencitos alborotando, jugando y diciendo malas palabras. Por mi horror a las palabras malas y por mi temperamento impulsivo y fuerte, me acerqué a los jóvenes y los regañé por decir palabras tan indebidas y los amenacé con castigarlos si no se callaban. Pero ellos no dejaban de decir cosas horribles.
9. Aparición de Comollo 1839 (MB. 1, 337-379).
“Dada la amistad e íntima confianza que mediaba entre mí y Comollo, solíamos hablar de lo que nos podía suceder en cualquier momento, esto es, de nuestra separación cuando llegara la muerte. Un día, recordando lo que habíamos leído en algunas biografías de santos, decíamos, medio en broma medio en serio, que nos podría ser de gran consuelo, si el primero de los dos que fuera llamado a la eternidad hiciera saber al otro en dónde se hallaba. Renovando a menudo esta conversación, nos prometimos recíprocamente rezar el uno por el otro y que el primero que muriera daría noticias de su salvación al compañero sobreviviente.
10. La pastora y el rebaño 1844 (MB. 2, 191-192) Dice Don Bosco en su autobiografía: “El segundo domingo de octubre de aquel año (1844), tenía que anunciar a mis jovencitos que el Oratorio pasaría a Valdocco. Pero la incertidumbre acerca del lugar y de los medios y de las personas, me tenía preocupado. La víspera fui a dormir con el corazón inquieto. Aquella noche tuve otro suelo que parece ser continuación del que tuve en Ibechi cuando tenía nueve años. Creo oportuno exponerlo con detalle.
11. La cinta mágica 1845 (MB. 2,229-231) “Me pareció encontrarme en una extensa llanura, cubierta por un número incontable de jóvenes. Unos peleando, otros decían groserías. Aquí se robaba, allí se falta a la modestia. Una nube de piedras, lanzadas por bandos que hacían la guerra, volaba por los aires. Eran muchachos abandonados por sus padres y de costumbres corrompidas. Estaba ya a punto de irme de allí, cuando vi a mi lado a una Señora y me dijo: – Tienes que ir hacia esos jóvenes y actuar.