Esta mañana, estaba en casa desayunado y decidí poner la televisión. Cambiando de canal, ví en las noticias que unos chicos, que entraron a robar en una tienda, habían forzado a la dependienta. La policía les persiguió. Cogieron a todos, menos a uno, que logró darse a la fuga.
En el instituto, me encontré con una amiga, bueno, mi novia, Ana, y le pregunté si se había enterado de algo. Me dijo que sí, que la chica de la tienda, a la que había forzado, estudiaba allí, y que sabían quién era el chico que lo hizo y se escapó de la policia. Se me hizo un nudo en el estómago, conocía bien a ese chico, éramos del mismo barrio.
Al salir del instituto, de camino a casa, iba muy preocupado, dándole vueltas, pensando que igual me llamaría o vendría a buscarme. Cuando llegué a mi casa, me dolía la cabeza de tanto pensar. Por la tarde salí un poco al parque, fui al kiosko y compré chicles, un refresco de naranja y, también, barras de chocolate.
A la mañana siguiente, me fui a clase, como un día normal, aunque un poco asustado. Ese día era muy raro, estaba tan rayado que tenía alucinaciones. No estaba en clase, estaba pensado más en la noticia que en lo que decía el profesor.
Al salir de clase, quedé con Ana -es muy guapa, tiene el pelo rubio, ojos azules y labios carnosos- , le pregunté que si enterado de algo más, dijo que no. Me despedí de ella y le dije que nos veíamos al día siguiente por la mañana, a la misma hora, y que si quería quedar conmigo por la tarde. Ella me respondió que no le apetecía quedar, así que le dije que entonces nos veíamos por la mañana, antes de entrar en clase. Me fuí a casa.
De camino, pasé por el parque, como siempre, para atajar. De repente, me salió al paso el chico al que buscaban. Antes de que hablase, exclamé bastante asustado: “¡haré que no te he visto, pero no me pegues!”¡Tranquilo, no te va a pasar nada!”, dijo él. Hay fue cuando me tranquilicé y, pasados
unos minutos, me lo contó todo. Le dije que se entregase y respondió que, cómo me chivase, iba a flipar, y en ese momento de amenaza me pidió que si le dejaba dormir en el trastero de mi casa. Le dije que sí, que confiara en mi, que no le iba a pasar nada .
No podía domir, estaba angustiado, no comprendía lo que me pasaba. A las 7 de la mañana desperté, pensé que si no llamaba a la policía y le pillaban, mis padres creerían que yo le estaba encubriendo o, peor, que era cómplice. Mis padres le conocían, porque se había quedado a dormir en mi casa varias veces.
Reaccioné, llamé a la policía, conté todo. Ellos me dijeron que tranquilo, que venían rápido hacia mi casa. Entraron en el trastero, gritaron: “¡alto, policía, agáchese, las manos en la cabeza!". Le engrilletaron y le leyeron sus derechos. Me dijo: "¡nunca más volveré a confiar en ti, ya saldré!”. Le dije que lo había echo por su bien y por el de su familia, que no sabían nada de él.
Tres ańos y medio después salió, y lo primero que hizo fue venir a buscarme a mi casa a pedirme perdón y a decirme que se había dado cuenta de que lo había hecho mal, que había aprendido a ser mejor persona.
Estaba feliz, le pregunté si había pedido perdón a la chica,y a su familia, y me pidió que si quería acompañarle a hacerlo. Le dije que encantado.
Llegamos a la casa de la chica. Su madre nos dejó entrar. Mi amigo pidió perdón por lo que le había hecho a su hija y la madre contestó: “lo que has hecho, está hecho, esto no se le olvidará a mi hija, pero, sobretodo, a mi”.
Al volver a casa, me dijo que se lo merecía, por todo el daño que había causado, pero que estaba contento porque había aprendido cual es el valor de las personas.
Rectificar es de sabios
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