diálogos Digital Julio 2014 | Page 9

Porque una de las maravillas de la literatura es la posibilidad de crear mundos donde se muestren los ecos y reflejos del propio. La curiosidad de José Arcadio Buendía me hace pensar en mi padre y su a veces incomprensible modo de ver el mundo. El gallo de El Coronel me recuerda a la facilidad de caer en proyectos sin pies ni cabeza y, su interminable espera por su pensión, a la inagotable esperanza de que algún día todo será mejor. Como Florentino Ariza a Fermina Daza, yo también he hecho promesas de amor eterno (que por supuesto y como todos, he roto) aparte de haber jugado entre las frágiles líneas del amor y la obsesión, de la lealtad y la fidelidad. He sabido de ajustes de cuentas por honor, como las de los Hermanos Vicario y he aprendido a nunca ignorar una venganza anunciada, como lo hizo Santiago Nasar. Macondo descubriendo el hielo me recuerda al surrealismo y belleza de la comunidad indígena chiapaneca donde viví una semana hace 5 años. Macondo masacrando su gente por las bananeras me remite a nuestra fallida democracia y las atrocidades militares de este continente. Detrás de lo mágico de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia o las seiscientas veintidós mujeres de Florentino Ariza, existen realidades, las realidades a las que hace referencia la primera palara del género "Realismo Mágico": las realidades de las promesas de amor eternas, la inevitable condición de la soledad, la voluntad por llevar una estirpe a la inmortalidad o la esperanza interminable de tiempos mejores. Condiciones humanas a las que todos estamos sujetos, y se nos hacen evidentes, de manera maravillosa, en la literatura. Ayer, diecisiete de abril, murió Gabriel García Márquez (jueves santo, el mismo día que uno de sus más icónicos personajes, Úrsula Iguarán). No creo que haya motivos para llorar. El hombre tuvo una vida extraordinaria, trabajó amando lo que hacía y tuvo todos los reconocimientos profesionales a los que un escritor y periodista de su tiempo pudo aspirar. A sus ochenta y siete años, García Márquez vivió todo lo que tuvo que vivir. Sobre cómo era él, de personalidad, no sé mucho. Hay quien dice que era un hombre alegre, hay quien le repudia las posiciones políticas que tomó en su vida. Nunca tuve el gusto de conocerlo y tampoco he ahondado mucho en su biografía. Aun así, personalmente, creo que debió haber sido un loco. Alguien capaz de crear mundos tan complejos y personajes tan sublimes y tan oscuros debió de haber vivido con una intensidad emocional tal, que al final haya funcionado como una 9