en Cuba. Aun así, manifestó en reiteradas ocasiones: “los crímenes del régimen
burocrático son suyos, bien suyos, no del socialismo” pues seguí considerando al
socialismo como “la única salida racional a la crisis de Occidente”[i].
Por ello, si Paz llegó a ser incómodo para un sector de la izquierda, no fue por faltar
a la onceaba tesis de Feuerbach*, sino por haber denunciado su dogmatismo, su
carácter encubridor y sesgado ante los acontecimientos de su tiempo. Hoy, a varios
lustros de la caída del bloque soviético, difícilmente alguien de izquierda podría
seguir ocultando tales verdades con la justificación de “no hacerle el juego a la
derecha”, mas hay quienes sin rechazar estos hechos cargan con los mismos vicios
de la izquierda mexicana de los 60s y 70s. Aún prevalece en varios sectores un
dogmatismo ciego, una cerrazón frente a ideas distintas y una falta de honestidad
intelectual encubierta bajo un supuesto romanticismo.
Octavio Paz encontraba que este sector de la izquierda se sostenía no por un
proyecto sino una retórica en común, por un mismo kitsch político, por un mismo
campo de lugares comunes: justificar los errores del socialismo mediante citas de
Althusser, ver en la revolución cubana una posibilidad de exportar la revolución a
Latinoamérica, encontrar en la cultura popular un refugio frente a la globalización,
etc. Lo cierto es que aunque la afinidad cultural puede crear una identidad política,
no necesariamente da paso a una alternativa política. Frecuentar los mismos
cafés, recurrir a los mismos autores, consultar los mismos medios de comunicación,
vestir de manera similar, ofrece a ciertos individuos una identidad de izquierda, pero
ello no los hace una propuesta viable de izquierda para el resto de la sociedad.
El kitsch político es la adopción superficial de una ideología, que más allá de los
presupuestos teóricos genera identificación política a partir de un ideal estético. De
esta manera, el militante o el artista se compromete con un ideal y no con la realidad,
asume una pose política y no una posición política, confunde praxis con simulación,
estrategia con dogmatismo y acción con virtualidad. En palabras de Paz “se trata de
un desplazamiento del objeto religioso: se pasa de la adoración a una divinidad a la
de una idea y ésta a la adoración de los sistemas y los jefes”[ii]. El kitsch de
izquierda es asumirse de izquierda en tanto que tenemos una litografía del Che en
nuestro cuarto, porque fuimos a la escuela zapatista en vacaciones, porque
realizamos brigadas de alfabetización o porque vestimos, comemos y escuchamos
música de maneras alternativas. “En el reino del kitsch impera la dictadura del
corazón” –afirma Milán Kundera-, por ello el kitsch de izquierda es una retórica que
abandona la razón, la argumentación, el debate de ideas y se sustenta en
el ethos de unfetichismo revolucionario.
Me parece que la crítica de Octavio Paz se dirigía (directa o indirectamente) hacia
ese tipo de izquierda, aquella que se conforma con una manera de ser, pero carece
de proyecto político, aquella que sufre “una suerte de parálisis intelectual”, una
izquierda “murmuradora y retobona que piensa poco y discute mucho”[iii], una
5