diálogos Digital Julio 2014 | Page 6

izquierda improvisada que está preparada para contratacar pero no para proponer, y para la cual la realidad es siempre ideológica. El problema de esta izquierda no es la superficialidad de su acción política en sí misma, sino que su superficialidad deriva en dogmatismo, que su dogmatismo deriva en una pretendida superioridad moral, y que ésta termina por convertirse en intolerancia hacia quienes piensan distinto, en una polarización entre camaradas y enemigos, en un sectarismo hacia quien no comparte el mismo lenguaje, el mismo ethos. Ser de izquierda y ser intolerante es una contradicción hasta biológica (a menos que equívocamente –como Slavoj Zizek- equiparemos intolerancia con pasividad política). Por eso, tal y como afirmaba Octavio Paz “el socialismo verdadero es inseparable de las libertades individuales, del pluralismo democrático y del respeto a las minorías y los disidentes”[iv]. De acuerdo a las condiciones objetivas de la Historia hoy la izquierda sólo tiene una alternativa: estar del lado de la democracia, defender a muerte sus presupuestos y estar dispuesta a reformar las deficiencias de sus instituciones. La batalla de Octavio Paz tuvo como objetivo señalar las grandes contradicciones del “socialismo real”. La nuestra, debe ser la superación del kitsch político y la construcción de un proyecto viable de izquierda. Como afirma Frei Betto, teólogo de la liberación, hay que conocer la diferencia entre militante y militonto: "militonto es aquél que se jacta de estar en todo, de participar en todos los eventos y movimientos, de actuar en todos los frentes. Su lenguaje está repleto de lugares comunes y consignas y los efectos de su accionar son superficiales. El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, piensa, medita, se califica en una determinada forma y área de actuación o actividad, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios”[v]. Los proyectos culturales y contraculturales de la izquierda deben ser elementos que sumen, y no que dividan nuestras fuerzas. La diversidad debe ser un elemento cohesionador y no una bomba de tiempo. Yo no creo que la izquierda deba abandonar su radicalidad, pero sí que debe agudizar su intelecto. Más que agitadores políticos y productos culturales, hoy necesitamos intelectuales orgánicos dentro de nuestras filas, intelectuales capaces de ensuciarse las manos, de sumar sus cualidades como especialistas y políticos, de enlazarse activamente –como exigía Gramsci- en la vida práctica de un proyecto político, como constructores, argumentadores, organizadores y dirigentes de una causa. Octavio Paz ha pavimentado el camino con su intelecto, nos ha ahorrado saliva y tinta en criticar e interpretar a la izquierda, lo que a nosotros ahora corresponde es transformarla. José L. Gallegos Quezada 6