Iglesia
La CATEDRAL
H
asta mediados del siglo XVI la catedral de Quito era de
tapias y cubierta de paja. Entonces comenzó la iglesia
actual el obispo García Díaz Arias, y la prosiguió el siguiente obispo, gran constructor, Pedro Rodríguez de Aguayo.
Una quebrada honda que corría hacia la parte de atrás impidió que
se la edificase con frente a la plaza mayor.
Entonces, se tendió a todo lo largo de su flanco norte un atrio de
piedra. Con la colaboración entusiasta de los vecinos y trayendo
la piedra del Pichincha, la obra se terminó entre 1562 y 1565. Más
tarde se labraron retablos y se talló el púlpito.
Entonces el templo se consagró en 1572. Sin embargo, todo lo
que hoy podemos apreciar fue completándose a lo largo de los
siglos XVII y XVIII. A fines de este siglo se edificó el domo que
corta por la mitad el atrio y se abre en escalera circular al parque,
que, con el nombre del presidente de la audiencia que lo hizo, se
conoce como el “templo de Carondelet”.
En estilo neoclásico se trabajó el domo, así como el coro catedralicio -talla de Caspicara-. En el altar mayor se puso el gran
lienzo del tránsito de la Virgen, de Manuel Samaniego. El propio
Samaniego y Bernardo Rodríguez pintaron episodios de la vida de
Jesús en las enjutas de los arcos. Y, entre 1802 y 1803, Bernardo
Rodríguez trabajó los cuatro grandes lienzos de las naves laterales: la pesca milagrosa; curación de un pobre por San Pedro;
conversión de San Pablo y San Pablo picado por una víbora.
Numerosos y preciosos tesoros tiene, además de los dichos, la
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catedral quiteña, tan modesta en apariencia: el grupo escultórico
llamado “La sabana san x