En primaria, donde ya no existen requisitos específicos del ambiente en el aula encaminados a las
necesidades emocionales de los alumnos, sino solo a sus necesidades académicas, los salones son fríos,
cuadrados, cerrados y las butacas están orientadas hacia el pizarrón. En la escuela tradicional los salones
no necesitan de decoración con imágenes, plantas o libreros, la luz es fría y las paredes lisas.
Las instalaciones en las que se pretenda impartir educación primaria, deberán proporcionar a cada
alumno un espacio para recibir formación académica de manera sistemática que facilite el proceso
de enseñanza-aprendizaje, por lo que deberán cumplir las condiciones higiénicas, de seguridad y
pedagógicas.
Los espacios deberán contar con iluminación y ventilación adecuadas a las características del medio
ambiente en que se encuentren; con agua potable y servicios sanitarios, tomando como referencia
las condiciones que se indican (Artículo 3 de la Constitución Política Mexicana, 2002.
Para los maestros de educación primaria y secundaria los requisitos son meramente académicos, no se les
pide motivación ni afectividad hacia los alumnos. Se le sigue pidiendo respeto a la persona y la diversidad
cultural de un salón pero el acompañamiento individualizado del niño se va reduciendo poco a poco.
El proceso enseñanza-aprendizaje se enfoca a los resultados académicos más que a la formación
integral del individuo enfrentándolo a situaciones y problemáticas del trabajo
a través de las
competencias requeridas por el mundo empresarial. Se dejan tareas obligatorias, evaluaciones centradas a
conocimientos específicos y trabajos rigurosos. El estrés comienza a ser parte de la vida de un niño de 7 u
8 años de edad, y en casos extremos se llega a una fobia escolar que se manifiesta a través de los
siguientes síntomas: morderse las uñas, trastornos alimenticios, nerviosismo, trastornos de sueño, palidez,
llanto, nauseas, vómitos, diarrea, tristeza, sentimientos de impotencia e inseguridad, que podrían llegar a
ser el diagnóstico de la fobia escolar (Kearny, 2004: 147-61) limitando con ello la capacidad de retención
durante la clase y causando así un miedo y aversión tanto al centro escolar como al aprendizaje.
Las estrategias de enseñanza son memorísticas, de redacción, etc. y las calificaciones comienzan a ser el
objetivo educativo, que para los niños se vuelve una obligación impuesta por los padres. Un ejemplo
presentado por Rosa Barocio en su libro “Disciplina con Amor” (2004) es el incidente de una niña de 10
años de edad citada a la dirección escolar por haber falsificado la firma de su padre en un examen, pero lo
más preocupante no es el delito en sí, sino ¿qué la había llevado a hacerlo? El miedo. Miedo al regaño, al
rechazo, a la desaprobación de sus padres por la baja calificación que había sacado en el examen. Miedo
al castigo. La niña había presentado problemas de aprendizaje que los padres se habían rehusado a
aceptar. Esto demuestra la importancia que los padres daban a las notas más que al bienestar emocional
de la niña, lo que sucede con la mayoría de alumnos que cursan primaria, secundaria e incluso
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