sino que, a través del tacto y los cambios en su color, olor y apariencia externa nos anticipan su madurez o caducidad y sus envolturas, una vez desechadas a la tierra se convierten en poco tiempo en tierra nueva, enriquecida y lista para nutrir nuevas cosechas.
Si ordenamos improvisadamente de menor a mayor impacto ambiental los materiales utilizados hoy en día para empaque quedarían más o menos así: cartón, papel, vidrio, aluminio y acero, seguidos de lejos por las combinaciones de cartón con plástico( que dificultan enormemente su reciclaje) tan comunes en envases de leche, jugos y productos de limpieza, los envases, bolsas y envolturas de plástico y al extremo los execrables platos, vasos y contenedores desechables de unicel.
Como consumidores es nuestra obligación entender la parte perversa del ciclo de los empaques y envases que compramos y ejercer nuestro privilegio de rechazar, para empezar, aquellos cuyo único destino es contaminar el planeta como platos, popotes y botellas desechables. Como productores es nuestro deber moral involucrarnos para completar el ciclo de los empaques después de su uso buscando acercarnos a replicar el modelo de los empaques perfectos de Dios.
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