Mercadotecnia, diseño, marca, imagen, originalidad y funcionalidad, derivan en empaques que, a través de formas y colores no solo contienen y preservan el producto sino le dan identidad hasta su uso por el consumidor. Normalmente hasta aquí llega la tarea de mercadólogos, diseñadores y productores, los fabricantes nos limitamos a elaborar los envases y empaques de acuerdo a las especificaciones de los clientes.
Es hasta ahora, que me he hecho un poco más consciente de lo que realmente es la basura, que me doy cuenta que solo vemos una parte de la película, la parte deslumbrante de color, de anuncios, de spots televisivos con bellas modelos, cancioncitas pegajosas, sentimientos y humor, de empaques y envolturas relucientes, de anaqueles impecables en tiendas limpias profusamente iluminadas y es ahí donde le ponemos pausa o detenemos la función para no ver el triste desenlace: la siniestra historia que cuenta a adónde va a parar todo ese empaque que desechamos una vez que consumimos el producto, los insostenibles rellenos sanitarios y los ríos, playas y mares que estamos contaminando a una velocidad de vértigo.
La sabia naturaleza en cambio, se ha encargado de diseñar sus productos de una forma magistral: tomemos por ejemplo, un plátano, una manzana o el mismo huevo que me mostraba mi padre y vemos como forma y color definen el producto con más fuerza y personalidad que la misma Coca Cola, con la diferencia de que su empaque, en forma de cáscara, está tan sabiamente diseñado que no solo lo cubre, aísla y protege,
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