Descartes establece la idea de Dios como idea innata, ya que no es adventicia (no hay una experiencia empírica
de Dios), ni es facticia. La existencia de Dios es demostrada precisamente a partir de la propia idea de Dios.
Antes de Descartes esta tipología de argumento fue utilizada por San Anselmo, no obstante cabe constatar
alguna diferencia entre ellos aunque son muy similares. De todos modos hay que tener en cuenta la singularidad
del argumento ontológico de Descartes ya que lo utiliza fundamentalmente para sacar al sujeto de su solipsismo
racionalista y recuperar el mundo.
Caricatura que recrea el argumento ontológico de San Anselmo. “[…] hallo que de la esencia de Dios no es
posible separar su existencia en mayor razón que de la esencia de un triángulo rectilíneo se podrá separar el
que sus tres ángulos valen dos rectos, o de la idea de montaña, la idea de valle; de suerte que no repugna
menos pensar un Dios (es decir, un ser sumamente perfecto) al que le falta la existencia (es decir, al que le
falte una perfección), de lo que repugna concebir una montaña a la que le falte un valle”.
R.Descartes. Meditaciones metafísicas.
El argumento ontológico de Descartes también se podría resumir teniendo en cuenta la estructura del propio
método cartesiano ofrecido en su Discurso del método, podría resumirse del siguiente modo:
1) Cualquier cosa que percibo clara y distintivamente contenida en la idea de algo, debe ser cierta (por clara
y distintiva mente Descartes entiende cosas como su Cogito, ergo sum, «Pienso, luego existo»).
2) Clara y distintivamente percibo que la existencia necesaria está contenida en la idea de Dios.
3) Por tanto, Dios existe.
Además del argumento ontológico, Descartes utiliza un argumento basado en la causalidad aplicada a la idea de
Dios. Esta prueba partiría de la realidad objetiva de las ideas y se podría formular del siguiente modo:
“La realidad objetiva de las ideas requiere una causa que posea tal realidad en sí misma, no solo de un modo
objetivo, sino de un modo formal o eminente”.