edificar su edificio de saber sólidamente. Tal cimiento lo encuentra primero en una primera verdad que será el
“cogito” (“pienso luego existo”, res cogitans), pero en ese proceso pierde el mundo (res extensa) ya que como
duda de los sentidos y duda también de la distinción entre vigilia y sueño. Para recuperar el mundo se vale de la
segunda verdad, a saber la idea de Dios, verdad basada en el argumento de San Anselmo (nos ocuparemos en
el próximo punto detenidamente).
Dios es un ser perfecto, y como tengo la idea de Dios,
esto quiere decir que esa idea está innatamente en mí
pensamiento, dado que como hemos dicho Dios es
perfecto, en dicha perfección está incluida la bondad,
luego no puede que exista un Dios y que en su
bondad nos haga vivir sin el mundo. Por lo tanto para
Descartes nos devolvería el mundo. De este modo se
salvaría el solipsismo racional de Descartes y se
solventaría la gran frontera existente entre la res
cogitans y la res extensa.
Finalmente con esto llegamos a la afirmación
fundamental del racionalismo, a saber, existen ideas
primitivas a partir de las cuales se ha de construir el
edificio de nuestro conocimiento y que precisamente
esas ideas que sirven como cimientos sólidos e
indubitables son ideas innatas. La existencia de ideas
innatas conllevará una larga e importante digresión
sobre las tres sustancias existentes del propio
Descartes, a saber, sujeto o yo, Dios y mundo. Digresión que abordaremos en el siguiente punto.
3.4. Las tres sustancias: hombre, mundo, Dios.
Como llevamos diciendo a lo largo de los apuntes, la primera idea clara y distinta que se le presenta a Descartes
es la idea de sujeto, esto es “pienso luego existo”. A partir de esta afirmación se justifica la primera sustancia
establecida por Descartes. En el proceso establecido por la duda metódica, Descartes “pierde” el mundo, es decir
en su deseo de establecer un principio claro y distinto. Cuando duda metódicamente Descartes pone en duda la
validez de los sentidos, constata varios engaños de los sentidos a la razón humana. Por ejemplo imaginemos que
vemos una torre desde lejos, en un principio podemos creer que la torre es cuadrada, pero según nos acercamos
podríamos observar que en realidad es cilíndrica.
Para Descartes los sentidos no son fiables, pero no solamente los sentidos, sino la propia distinción entre la
vigilia y el sueño. Es decir, puede ser que me encuentre soñando y que lo que yo creo que sea real no lo sea en
realidad. E incluso puede existir un genio maligno que me engañe y me obligue a suspender el juicio.
“[…] supondré que hay, no un verdadero Dios –que es fuente suprema de verdad- sino, cierto genio maligno,
no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado toda su industria para engañarme…[…] si, por
dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender
el juicio”.
Descartes. Meditaciones metafísicas.
En cuanto a lo que se refiere al dualismo, Descartes al establecer la existencia ligada al pensamiento (cogito), le
lleva a situar al cuerpo en un segundo plano, llevándole incluso al solipsismo de la res cogitans, donde Descartes
llega a aseverar que el pensamiento podría existir sin necesidad del cuerpo.
“[…] puesto que, por una parte, poseo una idea clara y distinta de mí mismo en tanto que soy una cosa que
piensa e inextensa, y, de otra parte, poseo una idea distinta del cuerpo en tanto que es solo una cosa extensa y
que no piensa, es evidente que yo soy distinto de mi cuerpo y que puedo existir sin él”
R.Descartes. Meditaciones metafísicas.
En esta pérdida del mundo, Descartes encerrado en su duda metódica llega a la segunda sustancia, la idea de
Dios (sustancia infinita). Sustancia que utiliza Descartes para recuperar el mundo (sustancia extensa). No
obstante, la idea de Dios merece una detenida reflexión ya que ocupa una posición central en la metafísica del
mismo autor.