DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 88
Salvador Borrego
transacciones de Bolsa que forjar patrimonios mediante el trabajo constructivo. Esta
implacable ambición que no se detiene ante nada ya había sido percibida años antes por el
filósofo francés Gustavo Le Bon, quién escribió en "La Civilización de los Árabes":
"Los reyes del siglo en que luego entraremos, serán aquellos que mejor sepan
apoderarse de las riquezas. Los judíos poseen esta aptitud hasta un extremo que nadie ha
igualado todavía".
Ciertamente Hitler repudiaba a esos reyes del oro y desde 1923 había escrito que el
capital debe hallarse sometido a la soberanía de la nación, en vez de ser una potencia
internacional independiente. Es más, el capital debe, actuar —decía— en favor de la
soberanía de la nación, en lugar de convertirse en amo de ésta. Es intolerable que el capital
pretenda regirse por leyes internacionales atendiendo únicamente a lograr su propio
crecimiento. En la democracia la economía ha logrado imponerse al interés de la
colectividad, y si para sus conveniencias utilitarias es más atractivo financiar a los
especuladores que a los productores de víveres, puede hacerlo libremente. De igual manera
puede ayudar más a los capitales extranjeros que a los propios, si en esa forma obtiene
dividendos mayores. El bien de la patria y de la nacionalidad no cuentan para nada en la
"ciencia económica" del Reino del Oro. Naturalmente, ese egoísmo practicado y propiciado
por el judío fue barrido implacablemente en Alemania. Y una vez afianzada la economía
nacionalsocialista, Hitler pudo anunciar el 10 de diciembre de 1940:
"Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre los pueblos.
No nos importa carecer de él. El oró no se come. Tenemos en cambio la fuerza productora
del pueblo alemán... En los países capitalistas el pueblo existe para la economía y la
economía para el capital. Entre nosotros ocurre al revés: el capital existe para la economía y
la economía para el pueblo. Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente
medios para obtener el bien del pueblo. Nuestra industria de armamentos podría repartir
dividendos del 75, 140 y 160 por ciento, pero no hemos de consentirlo. Creo que es
suficiente un seis por ciento... Cada consejero —en los países capitalistas— asiste una vez al
año a una junta; oye un informe, que a veces suscita discusiones. Y por ese trabajo recibe
anualmente 60,000, 80,000 ó 100,000 marcos. Esas prácticas inicuas las hemos borrado
entre nosotros. A quienes con su genio y laboriosidad han hecho o descubierto algo que
sirve grandemente a nuestro pueblo, les otorgamos—y lo merecen— la recompensa
apropiada. ¡Pero no queremos zánganos!"
Muchos zánganos de dentro y de fuera de Alemania se estremecieron de odio y de
temor. Así se explica por qué el 7 de agosto de 1933 —seis años antes de que se iniciara la
guerra—Samuel Untermeyer, presidente de la Federación Mundial Económica Judía, había
dicho en Nueva York durante un discurso: "Agradezco vuestra entusiasta recepción, aunque
entiendo que no me corresponde a mí personalmente sino a la "Guerra santa" por la
humanidad, que estamos llevando a cabo.-Se trata de una guerra que debe pelearse sin
descanso ni cuartel, hasta que se dispersen las nubes de intolerancia, odio racial y fanatismo
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