DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 74

Salvador Borrego Estado les inculcaba un profundo sentimiento ateísta, concretado en la conocida frase leninista de que "la religión es el opio del pueblo". Era igualmente extraordinario que Roosevelt presentara a Alemania como una amenaza para la democracia y nada dijera de la URSS, en donde el sistema dictatorial era primitivo y sangriento, con el agravante de que no se trataba de una dictadura instaurada pacíficamente mediante plebiscito —como la de Hitler—, sino mediante purgas sangrientas. Y también era extraordinario que Roosevelt se refiriera a Alemania como "amenaza a la buena fe internacional" —a pesar de que la política alemana se orientaba específicamente contra la URSS—, y que el Propio Roosevelt enmudeciera ante la bien clara intención bolchevique de imponer su sistema de gobierno a todo el orbe. El primer paso en este sentido lo dio el marxismo al integrar la Tercera Internacional Comunista en todos los países de Occidente. Y estas células, avanzadas de la "revolución mundial", ostentaban públicamente los símbolos bolcheviques (bandera roja, hoz, martillo y canto de la In- ternacional) y recibían instrucciones del Kremlin. Pero todo esto era soslayado deliberadamente por Roosevelt, según refiere, el diplomático Bullit, quien durante muchos años fue en Estados Unidos el adalid de los que pugnaban por el reconocimiento de la URSS. Sin embargo, más tarde se alarmó ante la política prosoviética de Roosevelt. Si en estos tres puntos —religión, democracia, y buena fe internacional— carecía de fundamento la acusación de Roosevelt contra Alemania, en cambio sí era un hecho que en la URSS no se combatía al movimiento político judío (del cual el marxismo ha sido uno de sus más poderosos tentáculos) y en Alemania sí se le exhibía y se le retaba. La eliminación de contados israelitas durante las "purgas" soviéticas, era sólo un fanático castigo de los timoratos o los incompetentes, pero no un ataque fundamental al movimiento político. Caía el hebreo Kerensky, pero surgía el judío Trotsky; caía Trotsky, pero cobraba más poder el hebreo Zinoviev; caía Zinoviev, pero se vigorizaban Litvinof, Kaganovich y todos sus colaboradores. En cambio, el nacionalsocialismo de Hitler sí era enemigo del movimiento político israelita. Por eso un discurso de Hitler condenando las ambiciones de esa conjura causaba más indignación y alarma entre los círculos israelitas, que la eliminación de unos cuantos judíos en Rusia, hecha por otros de su misma raza y en nombre de su propia causa. Según podrá ratificarse luego con innumerables pruebas, Roosevelt se hallaba ligado estrechamente a intereses judíos y era ésta la causa —oculta e inconfesable— de que protestara vehementemente cuando en Alemania rompían los cristales de los comercios judíos y de que a la vez guardara silencio acerca de las matanzas de cristianos que se 74