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DERROTA MUNDIAL
Se ha calculado que en los primeros diez meses de dominación comunista han sido
asesinadas o encarceladas doce mil personas.
EL TIBET.—En ese país de 4 millones de habitantes y más de un millón de kilómetros
cuadrados, la penetración comunista empezó en 1951 bajo la engañosa fórmula de la
"coexistencia pacífica". Occidente no hizo nada por contrarrestarla. Para 1958 la dura
realidad del comunismo práctico ya había disipado los mantos sedosos del comunismo
teórico y la situación era tan insoportable; que se generalizaron los brotes de resistencia. En
diciembre una revuelta en grande escala ardía en gran parte del país, incluso la capital, con
la participación de medio millón de tibetanos y mongoles.
Los bolcheviques llevaron tropas de China Roja y con armas modernas fueron
abriéndose paso entre las masas anticomunistas que peleaban con desesperación. El 24 de
marzo de 1959 un hermano del Dalai Lama (supremo gobernante tibetano) pidió auxilio a
Occidente y advirtió: "Nuestra religión desaparece, nuestra raza desaparece. Vamos a ser
aniquilados". El Dalai logró escapar y desde el exilio denunció que los comunistas habían
faltado a todas sus promesas. En medio de sacrificios espantosos, el pueblo seguía
resistiendo y clamando ayuda.
Cuatro meses después de iniciada la lucha en grande escala, otro hermano del Dalai
Lama, Thubten Norbu, declaró mientras continuaba la desigual pelea: "El control
comunista del Tíbet será el primer paso estratégico para luego dominar a la India y a toda
Asia... Yo me dirijo en nombre del Tíbet al mundo libre para pedir que se le ayude en su
lucha". (Abril 6 de 1959).
Pero Occidente no movió ni un dedo en favor de los tibetanos que durante seis meses
lucharon con pérdidas espantosas hasta que finalmente fueron sojuzgados en mayo. La
Comisión Internacional de Juristas denunció en Ginebra, el 5 de junio de 1959, que 65,000
tibetanos habían perecido tratando de liberarse.
Además, veinte mil niños fueron separados de sus padres y enviados a China roja para
su "reeducación"; a los jefes anticomunistas se les ejecutó aplicándoles hierro rojo en las
vértebras cervicales; a sus seguidores más entusiastas se les deportó a China o a la URSS y
al resto de la población se le organizó en grupos de trabajo forzado. Todavía en septiembre
el Dalai Lama seguía clamando a la O NU que interviniera en favor del Tíbet, pero
entonces hasta las convencionales palabras anticomunistas se habían silenciado para no
molestar a Nikita S. Krushchev en su triunfal gira por Norteamérica. En junio y julio (1960)
aún ocurrían levantamientos de tibetanos. Una columna de tres mil campesinos que trató
de emigrar a Nepal fue copada por comunistas cerca de Charka, a kilómetro y medio de la
frontera, y aniquilada con fuego de ametralladora durante la noche del 25 al 26 de junio.
La India y Bután, para no disgustar a la URSS, cerraron sus fronteras ante los
desventurados tibetanos que trataban de huir de sus perseguidores. La "ingeniería social"
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