DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 581

DERROTA MUNDIAL Con anterioridad, el 29 de junio de 1931, en su encíclica Non Abbiamo Bisogno, había condenado diversos aspectos de la educación pública en Italia y señalado infracciones al concordato entre Mussolini y la Santa Sede. Y en cuanto al comunismo, lo condenó el 19 de marzo de 1937 en su encíclica Divini Redemptoris por su materialismo, su ateísmo y su empeño en suprimir la religión en la vida del hombre. En 1950 el Vaticano hizo un balance de la "libertad" religiosa que Roosevelt había propiciado con su apoyo a la URSS. "Aproximadamente 12,000 sacerdotes católicos —dijo el Vaticano— han sido muertos, hechos prisioneros o desterrados por los gobiernos co- munistas de los países satélites de Rusia durante los últimos 5 años... Sólo en Ucrania, desde 1945, más de 3,600 sacerdotes han sido muertos, y 1,000 iglesias y capillas clausuradas o arrasadas. .. En Estonia, letonia y Lituania, mil sacerdotes muertos o encarcelados; en Polonia 1,000 sacerdotes deportados; en Checoslovaquia, 300 sacerdotes encarcelados; en Hungría, mil religiosos encarcelados, 538 muertos o deportados y 580 retirados de sus ministerios", etc. El 8 de enero de 1952 la Agencia "Noticias Católicas" transmitió desde Washington un informe puntualizando que "la persecución desatada contra la Iglesia tras la Muralla de Hierro no tiene paralelo en la Historia contemporánea, ni en su intensidad, ni en el vastísimo número de pueblos y víctimas... El mundo ignora el número de cristianos que han muerto como mártires modernos de la fe, que languidecen en las cárceles y en los campos de concentración o que han tenido que buscar en el destierro el aire para sobrevivir". Refiriéndose a todo esto el Papa Pío XII denunció en su encíclica del 30 de diciembre de 1952 que 50 millones de cristianos eran perseguidos y hostilizados por la URSS: "No podemos dejar pasar en silencio a estos fieles del rito latino y del oriental, a los que después de haber sido desalojados de sus patrias y de sus hogares y desterrados a tierras desconocidas y distantes, se les priva ahora de sus legítimos sacerdotes, quienes podrían consolarlos, ayudarlos y dirigirlos... En muchas regiones en las que florece especialmente el rito oriental se ha desatado una nueva tempestad que trata de desalojar, devastar y destruir, dejándolas en la miseria, a las florecientes comunidades cristianas. El propio pueblo norteamericano padeció en carne propia una mínima parte del terror bolchevique de Asia. El 14 de noviembre de 1951 el 8º ejército norteamericano declaró en Corea que "en actos de barbarie única" los chinos comunistas habían dado muerte a 5,500 norteamericanos, sin incluir a los sudcoreanos, cuyos prisioneros ejecutados ascendían aproximadamente a 11,000. Agregó dicho informe —redactado por el coronel James M. Hanley, jefe de la sección judicial del 8º ejército— que 250,000 civiles habían sido también víctimas de las atrocidades de los rojos durante la ocupación temporal de Sud-corea. Estos datos fueron dados a la publicidad sin la aprobación de los altos círculos políticos. Una de las poderosas agencias informativas de prensa puso inmediatamente amortiguador a la noticia del asesinato de los 5,500 prisioneros norteamericanos, y en un 581