DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 565

DERROTA MUNDIAL REMACHANDO LA DERROTA DEL MUNDO OCCIDENTAL Roosevelt y su camarilla judía fueron los principales forjadores de la derrota de Occidente. Después de ellos, muchos fieles herederos siguieron sus pasos y consumaron el desarme, moral y material de las potencias occidentales para dar tiempo a que el marxismo rehiciera sus ejércitos. El escritor Mr. Baldwin dice que Truman heredó como consejeros en problemas de política exterior a un "puñado de hombres astutos", quienes ya habían sido probados por Roosevelt como partidarios entusiastas del bolchevismo. Entre ellos figuraban Hopkins y el israelita Baruch; este último al frente de la Comisión de Energía Atómica de la ONU. La Comisión de Enseñanza Superior de Estados Unidos fue encomendada en aquella época nada menos que al rabino Stephen Wise. George H. Earle, ex gobernador de Pennsylvania, declaró ante la Comisión Investigadora del Congreso Norteamericano que dos semanas antes de que muriera Roosevelt se entrevistó con él para decirle que iba a hablar al pueblo norteamericano acerca del peligro soviético. "El Presidente —dice Earle— me prohibió que hablara. No solamente esto, sino que en un esfuerzo para que no hablara, me mandó a la isla de Samoa en el Pacífico". Agregó Mr. Earle que no se explicaba por qué Roosevelt seguía afirmando que los comunistas eran unos santos y que los alemanes representaban todos los males del orbe. A raíz de la rendición de Alemania el ejército norteamericano quedo como la fuerza militar más grande del mundo. La bomba atómica y diversas armas secretas que los técnicos nazis le entregaron recién terminadas o a punto de terminar, le centuplicaron su poderío. Roosvelt había muerto, pero muchos de sus herederos continuaban en el poder y realizaron desde luego un inconcebible movimiento para a debilitar a Estados Unidos y permitir así que el ejército soviético rehiciera sus fuerzas, modernizara su equipo y pudiera afianzar el puesto de hegemonía europea, y amenaza mundial, que el judaísmo le había brindado a través de Roosevelt. Al concluir la guerra, el bolchevismo había sufrido más de 20 millones de bajas y sus fuerzas armadas eran las más débiles entr e todos los beligerantes. Para favorecerlo se inició entonces la segunda parte de la traición a Occiderfte: "Nuestra excelente maquinaria de guerra- afirma el teniente coronel Paul L Bogen, instructor del ejército norteamericano—, se convirtió en un esqueleto. Extensos campos de equipo abandonado fueron cubiertos por malezas que escondían cascos mohosos. El equipo no fue lo único que descuidamos. A pesar de las advertencias de las fuerzas armadas y sus defensores, las redujimos hasta más allá de lo prudente". Así quedaron en Europa sólo 7 divisiones y una reserva eventual de ocho más. Artificialmente se dejó al ejército rojo como amo de la situación -William C. Bullit da el siguiente testimonio: 565