DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 543

DERROTA MUNDIAL Dzhelal, de 7 años y ordenó que le sacaran el corazón para darlo a comer a su perro favorito. En su testamento dejó esta consigna a sus herederos: "Aniquilad siempre a vuestros enemigos". Sin embargo, Gengis Khan siempre vivió en combate y nadie puede decir con certeza cómo hubiera sido con sus prisioneros años después de terminada la lucha. Mariscal Goering, segundo de Hitler. En el cautiverio reverdeció su voluntad “No era necesaria tanta cosa para matarnos” Batú Khan, nieto de Gengis, rendía honores militares a sus enemigos muertos que se habían distinguido por su valentía y en muchas ocasiones perdonó la vida a los prisioneros más valerosos. Siempre ha sido una norma de honor que ante la rendición, el vencedor no abuse de su poder absoluto que lo vuelve amo y señor de quienes han depuesto las armas. Durante la guerra toda violencia tiene el atenuante de la lucha misma y la justificación de la propia defensa. La historia nos enseña que el odio del guerrero es implacable y brutal, pero no perdurable. Hiere como el rayo, mas desaparece junto con el relámpago de su ira. La victoria y la paz llevan siempre consigo un principio de serenidad que en mayor o menor grado desarma, humaniza y hasta torna generoso al vencedor. Pero el movimiento político judío no tiene aún la sensación de la victoria; después de 5,000 años de lucha por la hegemonía del mundo, Nuremberg fue sólo un peldaño más en el ascenso material del pueblo "elegido", pero no la paz. De ahí el extraño encarnizamiento con los vencidos. Y así las cosas, se erigió el Tribunal Militar Internacional integrado por funcionarios de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Rusia. Contrariando los más elementales principios de derecho, jueces y fiscales eran a la vez "juez y parte". Salvo permiso especial los acusados no podían hablar y los defensores debían ser antinazis, lo cual equivalía a que el reo tuviera un fiscal más, pero no un defensor. Se estableció el absurdo de que el hecho de haber recibido órdenes superiores no relevaba de responsabilidad a ninguno de los acusados. Con respecto a la prueba, "el Tribunal no estaba sujeto a ninguna regla de prueba", y las declaraciones de los testigos podían aceptarse o no. La declaración del acusado era interrumpida en Rudolf Hess, tercero de Hitler, condenado a prisión perpetua. A principios de la guerra había volado a la Gran Bretaña a ofrecer la paz. 543