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DERROTA MUNDIAL
inmenso. Pero ha habido muchas personas que han abusado de mi confianza. La
deslealtad y la traición han minado la resistencia a lo largo de la guerra. No puedo seguir
garantizando al pueblo que lo llevaré a la victoria. El Estado Mayor General no puede ser
comparado con el Estado Mayor de la primera guerra mundial. Su labor estuvo muy por
debajo de los hombres que luchaban en los frentes...
Los esfuerzos y sacrificios del pueblo alemán en esta guerra son tan grandes, que no
puedo creer que hayan sido inútiles. El objetivo final debe seguir siendo la conquista de
territorios en el Este (la URSS) para bien del pueblo alemán". En la mañana de ese día (30
de abril) Hitler durmió hasta tarde. Cerca del mediodía salió de su recámara y ya para
entonces era claro que la última batalla tocaba a su fin. El piso se cimbraba bajo las
explosiones. Los hijos de Goebbels hacían cálculos infantiles acerca de la distancia a que
estaban cayendo las bombas o los proyectiles de la artillería soviética. Por unos momentos
Hitler jugó con ellos y con los cachorritos de su perra "Blondi".
Al medio día llegaron informes de que grandes fuerzas soviéticas, irrumpían en el
corazón de Berlín. Dícese que Hitler recibió esas noticias "sin muestra de emoción"; al
parecer, ya en las profundidades de su interior había concluido la lucha.
Hitler llamó a su piloto Hans Baur. Le estrechó la mano y le dijo: "Baur: quiero
despedirme de usted; se acerca el fin". Baur le respondió que aún tenía aviones en
Reichlin. "Puedo llevarlo a donde usted quiera". Hitler movió negativamente la cabeza.
Luego dijo señalando un cuadro de Federico el Grande: "Deseo dejarle un recuerdo. Este
cuadro ha sido mi favorito... Le ordeno
encargarse personalmente de que quemen
mi cadáver"...
Como a las dos de la tarde Hitler y Eva
se sentaron por última vez a la mesa.
Después, ambos reunieron al grupo de
principales colaboradores para despedirse.
Reprimiendo un sollozo la señora Goebbels
pidió al Führer que continuara viviendo.
Despacho de Hitler en la Cancilleria de
Berlin. El piso se cimbraba bajo las
explosiones…Los hijos de Goebbels
hacían cálculos infantiles acerca de la
distancia a que estaban cayendo las
bombas… Por unos momentos Hitler
jugó con ellos y con los cachorritos de su
perra “Blondi”…
—No queda ninguna otra cosa qué
hacer, replicó Hitler, y dirigiéndose a
Goebbels agregó:
—Y a ti te dejo la responsabilidad final
de ver que nuestros cadáveres sean
quemados inmediatamente.
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