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DERROTA MUNDIAL
El 31 de marzo la aviación británica volvió a la carga y perdió 95 tetramotores. La
Luftwaffe, gravemente herida, se batía desesperadamente. Para el mes de abril, por cada
avión alemán en el aire había 6 u 8 de los aliados. En lo que iba del año habían perecido
más de mil pilotos alemanes de caza diurna. Tan sólo el mes de abril 1,300 aviones fueron
averiados o destruidos.
Las principales fábricas alemanas de aviones sufrieron daños considerables (el 50% de
su rendimiento) y el Ministro Speer se apresuró a dispersarlas en bosques, túneles, aldeas y
minas abandonadas. Inició así una gigantesca movilización para llevar a un millón de
obreros y sus industrias a sitios más seguros. Y pese a tan grandes trastornos, la industria de
guerra curaba sus heridas y seguía aumentando.
Los bombardeos aliados de terror, menos costosos que los ataques contra las
industrias, volvieron a reanudarse. El 70% de las viviendas en la región minera del Ruhr fue
arrasado, el 74% de Hamburgo fue dañado y se calculó que tan sólo la labor de limpiar los
escombros tardaría cinco años. La ciudad de Colonia quedó también paralizada.
Berlín, Essen, Dusseldorf, Stutgart, Duisburgo, Francfort, Gelsen-Kirschen,
Dortmund, Mannheim, Kiel y Hannover, sufrieron grandes destrozos con más de 10,000
toneladas de bombas cada una. Eva Braun escribía en 1944: "Pronto no habrá en
Alemania nadie que no haya perdido a un ser querido y toda su fortuna... Esser me ha
dicho; Poco importa vencer o no sobre el campo de batalla. De todas maneras,
moralmente hemos ganado la guerra. Nadie se atreverá a sostener después del tremendo
esfuerzo del pueblo alemán, que no hemos sido los más valerosos y los más tenaces, los
que asestaron los mejores golpes y los que los soportaron con mayor coraje... Creo que el
pueblo alemán está terriblemente agotado".
A mediados de 1944 era tan considerable la inferioridad numérica la Luftwaffe frente
a sus contendientes de casi todo el mundo, que la resuelta resistencia sobre el cielo de
Europa parecía una locura sin esperanzas de victoria. En semejante situación se hallaban
en tierra la infantería y las divisiones blindadas, lo mismo que los submarinos en el mar.
Las masas bolcheviques abastecidas por su industria y por las del extranjero avanzaban por
el Oriente; tres ejércitos aliados empujaban desde el sur de Italia; el sabotaje cundía en casi
toda Europa alimentado por hábiles agentes del servicio de inteligencia británico.
Además, grandes fuerzas aliadas se concentraban en el sur de Inglaterra para iniciar la
invasión que abriría un frente más a los maltrechos alemanes.
¿Por qué el Alto Mando seguía resistiendo y por qué el pueblo mismo apoyaba esa
resistencia? Para muchos estrategos aliados esto era inexplicable. Ahora es posible saber
que la razón principal de esa resistencia era la certidumbre de que poderosas armas
secretas estaban a punto de ser lanzadas a la lucha. Y el poderío de esas armas era tan
grande que podría súbitamente ocasionar un cambio decisivo la suerte de la guerra.
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