DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 416

Salvador Borrego lo entregarán a los aliados. Así pues, le encargo esta misión, cuyo feliz desenlace tendrá una repercusión incalculable en el desarrollo de las futuras operaciones militares. Si como yo se lo pido, no re trocede usted ante ningún esfuerzo, ante ningún riesgo para conseguir su objeto, entonces usted triunfará"... "Se interrumpe —añade Skorzeny— como para dominar la emoción que vibra en su voz... Cuanto más hablaba el Führer, más sentía yo que se afirmaba su imperio sobre mí, sus palabras me parecían tan persuasivas que, de momento, no dudaba del éxito de la empresa. Al mismo tiempo vibraban con su acento tan cálido y tan emocionado, sobre todo cuando evocaba su fidelidad inquebrantable a su amigo italiano, que me quedé completamente turbado". Heinz Linge, valet de Hitler, refiere que raras veces lo había visto en tal estado de excitación y furor como cuando llegó la noticia de que Mussolini había sido encarcelado. "Se levantó de un salto y me ordenó que buscara a Himmler lo más pronto posible... Después de que Skorzeny salió para libertar a Mussolini, Hitler estaba como un león enjaulado, caminaba de arriba abajo, constantemente pendiente del teléfono". Y el investigador francés A. Zoller afirma que después del hundimiento de Italia la simpatía de Hitler para el Duce no se quebrantó. "Creo —añade— que tan sólo se matizó de un sentimiento de compasión y de piedad. Entonces trataba a Mussolini como a un hermano joven". Entretanto, después de lentas y difíciles pesquisas, el grupo de Skorzeny (al mando del general Student) logra averiguar con exactitud que el Duce se halla en la isla de Ponzá. Por su parte, el Almirante Canaris (Jefe del Servicio Secreto Alemán) le informa a Hitler que Müssolini se encuentra en un islote próximo a la isla de Elba. Esto era completamente falso y Canaris estaba cometiendo otra de sus infames traiciones, pero Hitler dio más crédito a Skorzeny y la operación no se desvió. Sin embargo, los italianos parecen estar avisados de que el Duce es buscado por los alemanes y lo cambian frecuentemente de prisión. Apenas se le localiza la pista, vuelve a desaparecer sin dejar rastro... Por último, Skorzeny logra saber que Mussolini está internado en una prisión de las Montañas del Gran Sasso, a 2,300 metros de altura, y minuciosa pero apresuradamente planea la operación de rescate. Se preparan 12 planeadores, que llevan 108 soldados; la guarnición italiana se compone de 250 hombres. Dos expertos en aeronáutica juzgan imposible el aterrizaje de los planeadores en la enrarecida atmósfera de la montaña, pero Skorzeny se empeña en correr este riesgo mortal y la operación se inicia a la una de la tarde del 12 de septiembre (1943). Dos planeadores se accidentan en el despegue debido a los cráteres abiertos en la pista por un bombardeo aliado ocurrido media hora antes. Otros dos planeadores se extravían de la formación al hacer, altura. Los 8 que quedan siguen adelante y todo está a punto de fracasar en los últimos momentos. Resulta que la ladera escogida para el aterrizaje es más escarpada de lo que se suponía. El piloto del planeador-guía lo comprende así, e interroga a Skorzeny con la mirada; éste sufre instantes aflictivos y se decide por un arries- gado descenso en picada ante el propio edificio de la prisión. El aparato desciende vertiginosamente, choca con pedruscos que casi lo destrozan, pero todos los tripulantes 416