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DERROTA MUNDIAL
mismo en su vida de relación de persona a persona, pero nada podía dar cuando se trataba
de la nacionalidad, de la colectividad toda. Y es que unos son los vínculos que unen a las
personas entre sí y otros muy diferentes los vínculos que unen a las personas con la
impalpable y vasta existencia de la Patria. En Italia no había estos últimos.
El alemán se lanza resuelto a la muerte por contribuir a la grandeza de un futuro que él
no verá. El italiano se mantiene estrechamente asido al presente; todo lo que no vea y no
abarque, no tiene existencia para el. Consecuentemente, ante sus ojos carece de "por qué" la
lucha que se orienta hacia el futuro y que tiende a beneficiar a todos, pero a ninguno en
particular. El italiano es con frecuencia enemigo temerario, porque la enemistad personal se
halla dentro de su campo emocional, mas como soldado no encuentra estímulos en qué
apoyarse para afrontar la muerte.
Mussolini percibió esa realidad y pese a que en declaraciones públicas sostenía que
el italiano era magnífico soldado, el 21 de junio de 1940 comentó delante de su yerno
Gano: "Lo que me hace falta es material. Miguel Ángel necesitaba de mármol para hacer es-
tatuas. Con barro no pueden hacerse más que cazuelas". El 29 de enero le había dicho
también a Ciano: "La raza italiana es una raza de borregos. 18 años no son suficientes para
cambiarla. Se necesitarían 180 y quizá 180 siglos". Y entonces aún no ocurrían las derrotas
italianas en Libia y Grecia...
Mussolini mismo no podía escapar a las debilidades de su pueblo. Cuando Alemania y
Polonia comenzaron a combatir y 72 horas después Francia y la Gran Bretaña le
declararon la guerra al Reich, Mussolini recibió una carta en que Hitler lo relevaba de todo
compromiso militar y sólo le pedía "que siga concediéndonos su benevolencia". El Duce se
sintió postergado, se encolerizó y ordenó a Badoglio que fortificara la frontera con
Alemania: en su mente cruzó la idea de cambiarse al bando contrario.
Más tarde, el 26 de diciembre de 1939, Mussolini dio instrucciones a su Ministro
Ciano para que revelara a los anglofranceses los lineamientos de la ofensiva alemana que se
preparaba contra el frente occidental. Y es que entonces el triunfo de Alemania en Francia
parecía casi imposible y el Duce creía conveniente jugar con dos barajas.Pero en julio de
1940, una vez derrotados el ejército francés y el británic o, Mussoíini se apresuró a hacer
efectiva su alianza con Alemania y declaró la guerra a Francia.
Meses después Mussolini rechazó el ofrecimiento del Mariscal Keitel, Jefe del Alto
Mando Alemán, de enviar a Libia dos divisiones blindadas. En vez de eso quería que los
alemanes sólo dieran tanques —y así se lo dijo a Badoglio—; tenía celos de compartir un
probable triunfo con su aliado. Sin embargo, el aliado acudió seis meses más tarde a
rescatarlo del desastre en Libia.
Celoso por los éxitos alemanes en el Oeste, Mussolini atacó a Grecia pese al consejo
de Hitler, quien después tuvo que ir a salvar la situación con grave perjuicio para la
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