DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 412
Salvador Borrego
"Todos, es el adjetivo de la democracia: la palabra que ha llenado el siglo XIX. Es
tiempo de decir: pocos y elegidos. La vida vuelve al individuo". Con este lema Mussolini
agrupó a sus "camisas negras", que ciertamente no eran mayorías, pero sí una minoría
resuelta a actuar y a imponerse sobre mayorías amorfas. Y en esa forma Mussolini emergió
del anonimato y en octubre de 1922 realizó su marcha sobre Roma.
En ese momento fue ya manifiesto que la naciente doctrina de Mussolini había
derrotado al bolchevismo italiano, y precisamente en ese momento de triunfo Mussolini
cometió su primer grave error, que 21 años después iba a costarle su posición política y
casi la vida. En vez de apoderarse del Poder Público, que tambaleante sé inclinaba hacia
él, aceptó la alianza desfalleciente de la Monarquía y toleró que el grotesco rey Víctor
Manuel siguiera siendo el símbolo más alto del gobierno italiano. El primer paso de
Mussolini como dictador de Italia se dio en falso. El rey siguió siendo rey.
El Duce trató de educar al pueblo y de tonificar su reblandecimiento moral.
Hablándole francamente le dijo: "Cuarenta millones de italianos, indisciplinados,
apretujados, individualistas, tienen que sujetarse de algún modo a reglas de sala y
dormitorio. No más libertad, sino por el contrario, orden, jerarquía y disciplina".
Soñaba en formar generaciones de especialistas para crear "un movimiento de relojería
que funcione con rígida perfección".
"Si todo ha salido bien —decía— dentro de treinta años tendré acaso un busto para las
citas de amas y doncellas en algún jardín. Detrás del busto de Mussolini, a las ocho, dirán
los enamorados. ¡Una hermosura!"
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Con ese impetuoso vaivén de emociones que caracteriza al latino y que es uno de
sus peores defectos, el pueblo italiano pasó del bolchevismo agudo al fascismo delirante.
"A raíz de su triunfo (de Mussolini) el pueblo exageró su admiración por él. Se decía que
escrituras etruscas indescifrables ya iban a poder ser aclaradas gracias a Mussolini. Las
mujeres querían abrazarlo. En Sicilia un alcalde le pidió un único favor, consistente en que
pisara aquella tierra; hasta se hablaba de apariciones de muertos que recomendaban a sus
deudos dar gracias a Mussolini por haber salvado a Italia". ("Dux").
Más detrás de todo este alborozo alharaquiento no había nada. El italiano seguía
siendo valiente en lo individual, pero carente en absoluto de valor colectivo. Si era
necesario reñir por un interés personal, lo hacía encarnizadamente, mas la lucha por la
grandeza de Italia y por el futuro de sus generaciones le parecía algo tan remoto e incierto
que no lo movía a ningún esfuerzo ni a ningún sacrificio. El italiano podía dar mucho de sí
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Dux.—Por Margherita G. Sarfatti.
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