DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 372

Salvador Borrego ilusoria fórmula de que "primero demos cuenta del enemigo de afuera y luego nos entenderemos con el de adentro". Por lo que se refiere al sector central, los bolcheviques lanzaron en agostó una ofensiva de cien divisiones de refresco contra las 40 divisiones del grupo de ejércitos del mariscal Busch. El general Heinrice, comandante del 4º ejército alemán de infantería, dice que gran parte de la infantería enemiga tenía muy deficiente instrucción; pero los comisarios políticos iban inmediatamente detrás para hacerla que se empeñara en batalla, sin considerar las crecidas bajas: "A consecuencia de las enormes bajas —dice el capitán Dimitri Constantinov, del ejército rojo— las mujeres fueron invadiendo otras esferas de acción con una amplitud cada vez mayor. No eran ya voluntarias, sino convocadas a filas". También se las utilizó en la artillería antiaérea y para complementar tripulaciones de tanques. Entre los nuevos hombres movilizados de todos los confines de la URSS, desde Europa hasta Asia, había numerosos grupos cuya moral no era ya satisfactoria. Muchos ignoraban incluso por qué se combatía, a tal grado que las "autoheridas" se pusieron de moda para eludir el servicio militar. La NKVD (policía secreta comunista) creó una sección especial dé peritos contra ese recurso de los desertores, quienes para burlarlos refinaron luego sus procedimientos. A veces se vendaban con trapos mojados una pierna o un brazo y se daban un tiro, o pisaban minas personales, con objeto de evitar huellas de pólvora y aparentar que se trataba efectivamente de una desgracia. Fue una lucha desesperada, dice el capitán Constantinov, entre los que pretendían eludir el servicio y los que se empeñaban en lanzar a todo habitante a la batalla. El propio capitán refiere cómo vio ejecutar a un soldado de Usbekistán que en el frente meridional de Rusia se había dado un tiro a propósito para ser retirado de la lucha: "Le ordenaron —dice— que hiciera alto junto a una fosa abierta en el lindero del bos- que; el hombre sonreía como si se sintiera perplejo ante todo aquel aparato y evidentemente no se daba cuenta de lo que le esperaba, como si se resistiera a tomar en serio el espectáculo. El tribunal militar dio lectura a la sentencia. Dos soldados se acercaron al reo, despojándolo del capote y ordenándole que se quitara las botas; el infeliz pareció hacerse cargo de pronto de que aquello ya pasaba de ser broma; intensamente pálido fijaba en sus camaradas sus ojos desmesuradamente abiertos de espanto. Acto seguido fue colocado al borde de la fosa, de espaldas a la formación. Se oyó una voz de mando; se adelantaron cuatro tiradores con el fusil preparado y a una señal, sonó una descarga. Lentamente, como sí fuera a sentarse, desplomóse el reo. No habían hecho más que 372