DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 31
DERROTA MUNDIAL
Algo de esto señala Max Eastman al afirmar: "El comunismo es una doctrina que no
puede ser científica, pues es exactamente lo contrario: religión".
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Y algo muy semejante señala Gustavo Le Bon en "Ayer y Mañana": "Las creencias de
forma religiosa, como el socialismo, son inconmovibles porque los argumentos no hacen
mella en una convicción mística... Todos los dogmas, los políticos sobre todo; se imponen
generalmente por las esperanzas que hacen nacer y no por los razonamientos que
invocan... La razón no ejerce influencia alguna sobre las fuerzas místicas".
Así se explica que pese a su procedencia extranjera) pues el marxismo no era ruso ni
sus propagadores tampoco, grandes masas del pueblo lo hicieron entusiastamente suyo,
por lo menos en la etapa inicial. Lo captaron por una de sus fases, por la fase mística de la
reivindicación del indigente, y para esta espontánea adhesión no necesitaban ni investigar
orígenes ni razonar; sobre las bases científicas del movimiento.
Durante milenios el hombre ha anhelado barrer el abuso de los poderosos y disfrutar
de justicia social. Al prometer la satisfacción de ese viejo anhelo, los creadores israelitas del
comunismo lograron un formidable triunfo psicológico y político. Dentro de sus propias
filas raciales la minoría judía de Rusia carecía de la fuerza del número, pero la conquistó
entre las masas no semitas — e inclusive antisemitas-— gracias a las promesas populares que
el comunismo hacía. Y a fin de garantizar que esta poderosa arma política se mantuviera
siempre dirigida por sus creadores, se le dio el dogma de la internacionalización, de tal
manera qué se cometía una herejía al querer servir al proletario sin la consigna emanada de
Moscú, sede del marxismo-israelita.
Todo movimiento social que se atreviera a violar, ese dogma era objeto de la más
violenta hostilidad, no porque sirviera mejor o peor los intereses del proletariado, sino
porque se sustraía al control de los creadores del marxismo.
Apenas afianzado el nuevo régimen en el Poder, una súbita lucha antirreligiosa
comenzó a realizarse con extraordinaria eficacia. Como si fuera obra de factores no rusos,
esa lucha era sistemática y carecía de la imprevisión y de la desorganización propia del
ambiente moscovita. En su implacable eficacia se advertía el sello de una mano extraña.
"En la fachada del Ayuntamiento de Moscú, en vez de la imagen que se veneraba, se
inscribió la frase de Lenin: “La religión es el opio del pueblo”.
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"La Rusia de Stalin".—Por Max Eastman, Profesor de Filosofía de la Universidad de Columbia.
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