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DERROTA MUNDIAL
que el aceite se congelara en los fusiles, pues no se sabía en qué momento ocurriría un
ataque enemigo.
El 6 de diciembre Zhukov contraatacó con 100 divisiones soviéticas, en su mayor
parte de refresco; 100 divisiones con las que el mando alemán no había contado jamás y
que hacían subir a 460 las divisiones rusas desplegadas en el frente durante 1941. En ese
momento un cataclismo mortal encaró a las diezmadas y exhaustas 51 divisiones alemanas
que acosaban a Moscú y que eran el remanente operativo (en condiciones de realizar guerra
de movimiento) de las 145 que habían iniciado en junio la campaña de Rusia.
DE LOS ALBORES DE LA VICTORIAA LAS ORILLAS DEL DESASTRE
El mando soviético anunció que no se estaban enviando al frente refuerzos de
refresco para cubrir bajas y reanimar divisiones diezmadas; es decir, no se trataba de
transfusiones, "sino fundamentalmente de nuevos ejércitos". La súbita entrada en combate
de los 8 ejércitos de Zhukov aumentaba abrumadoramente la superioridad numérica rusa y
además significaba que tropas descansadas y con equipo flamante caían inesperadamente
sobre tropas alemanas agotadas por cinco y medio meses de lucha. Soldados exhaustos por
una sucesión de batallas y por la marcha accidentada de 1,500 a 3,000 kilómetros; soldados
que habían vencido a tropas superiores en razón de 2 a 1, y a contingentes mecanicos
superiores en proporción de 8 a 1, y que realizaban un supremo esfuerzo en lo que parecía
la última batalla, vieron de pronto que la victoria se esfumaba y que un desastre mortal se
cernía sobre el vasto frente de nieve.
Varios generales sopesaron la situación numéricamente. Y la situación era insostenible.
En su opinión, una retirada general y profunda, abandonando equipo, era lo único que la
ciencia militar aconsejaba. El mariscal Von Leeb (uno de los más recalcitrantes opositores
de Hitler pedía una retirada de más de mil kilómetros hasta Polonia. El general
Blumentritt dice que una retirada profunda era imposible porque la nieve sólo permitía
marchas de 10 kilómetros por día y que después de tres jorn adas las tropas hubieran caído
exhaustas. Hitler se opuso al repliegue.
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Goerlitz dice que lo hizo "con una firmeza demoníaca y tan feroz, que destacados
militares, tan diferentes entre sí como Jodl y Rundstedt, no pudieron menos que admirar
esa conducta". Colocado en peor situación que Napoleón, decidió afrontar la más
desesperada de las batallas. Aprovechando que Brauchitsch, jefe del Ejército, había
enfermado y solicitado permiso. Hitler asumió directamente el mando de las tropas. Con
ello asumió también personalmente la suerte de su grave decisión.
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Los Repliegues Estratégicos. —Gral. Gunther Blumentritt. Ejército Alemán.
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