DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 267

DERROTA MUNDIAL que el aceite se congelara en los fusiles, pues no se sabía en qué momento ocurriría un ataque enemigo. El 6 de diciembre Zhukov contraatacó con 100 divisiones soviéticas, en su mayor parte de refresco; 100 divisiones con las que el mando alemán no había contado jamás y que hacían subir a 460 las divisiones rusas desplegadas en el frente durante 1941. En ese momento un cataclismo mortal encaró a las diezmadas y exhaustas 51 divisiones alemanas que acosaban a Moscú y que eran el remanente operativo (en condiciones de realizar guerra de movimiento) de las 145 que habían iniciado en junio la campaña de Rusia. DE LOS ALBORES DE LA VICTORIAA LAS ORILLAS DEL DESASTRE El mando soviético anunció que no se estaban enviando al frente refuerzos de refresco para cubrir bajas y reanimar divisiones diezmadas; es decir, no se trataba de transfusiones, "sino fundamentalmente de nuevos ejércitos". La súbita entrada en combate de los 8 ejércitos de Zhukov aumentaba abrumadoramente la superioridad numérica rusa y además significaba que tropas descansadas y con equipo flamante caían inesperadamente sobre tropas alemanas agotadas por cinco y medio meses de lucha. Soldados exhaustos por una sucesión de batallas y por la marcha accidentada de 1,500 a 3,000 kilómetros; soldados que habían vencido a tropas superiores en razón de 2 a 1, y a contingentes mecanicos superiores en proporción de 8 a 1, y que realizaban un supremo esfuerzo en lo que parecía la última batalla, vieron de pronto que la victoria se esfumaba y que un desastre mortal se cernía sobre el vasto frente de nieve. Varios generales sopesaron la situación numéricamente. Y la situación era insostenible. En su opinión, una retirada general y profunda, abandonando equipo, era lo único que la ciencia militar aconsejaba. El mariscal Von Leeb (uno de los más recalcitrantes opositores de Hitler pedía una retirada de más de mil kilómetros hasta Polonia. El general Blumentritt dice que una retirada profunda era imposible porque la nieve sólo permitía marchas de 10 kilómetros por día y que después de tres jorn adas las tropas hubieran caído exhaustas. Hitler se opuso al repliegue. 118 Goerlitz dice que lo hizo "con una firmeza demoníaca y tan feroz, que destacados militares, tan diferentes entre sí como Jodl y Rundstedt, no pudieron menos que admirar esa conducta". Colocado en peor situación que Napoleón, decidió afrontar la más desesperada de las batallas. Aprovechando que Brauchitsch, jefe del Ejército, había enfermado y solicitado permiso. Hitler asumió directamente el mando de las tropas. Con ello asumió también personalmente la suerte de su grave decisión. 118 Los Repliegues Estratégicos. —Gral. Gunther Blumentritt. Ejército Alemán. 267