DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 266
Salvador Borrego
El Mando Alemán tuvo indicios de que ciertas reservas se movían hacia la capital
soviética, pero nunca sospechó su magnitud.
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La oscuridad de la niebla duraba hasta las 9 de la mañana. El Sol sólo se distinguía
como una bola rojiza a las 11 de la mañana, la oscuridad empezaba a las tres de la tarde y
una hora después era completamente de noche. La segunda división blindada alcanzó a
ver el Kremlin al llegar a Khimki, 8 kilómetros al norte de Moscú, y el fuego de los antiaé-
reos de la capital soviética era claramente visible para.las entusiasmadas tropas alemanas
que se hallaban casi en los suburbios por el norte y el oeste. Muy ajenas estaban al peligro
que se cernía en los umbríos bosques del oriente.
Cassidy añade que "regularmente, a intervalos de un cuarto de hora, pasaban trenes a
lo largo de todas las líneas de ferrocarril en dirección al frente y transportaban tropas de
refresco de jóvenes soldados vestidos con abrigadas ropas de invierno y armados hasta los
dientes, y desaparecían dentro de los bosques... Los rusos se hallaban perfectamente
preparados con sus botas de fieltro, sus chaquetas acolchonadas, sus sombreros de pieles,
sus capas blancas, sus esquíes, sus raquetas de nieve y sus trineos. En cambio, los alemanes
estaban completamente desprovistos de todo". Como confesó el general Jodl, "el Alto
Mando Alemán no había previsto una campaña de invierno ni la había planeado".
La primera helada fuerte hizo descender la temperatura a 20 grados bajo cero y
sorprendió a las tropas con pantalones de dril. El suelo se endureció con el frío y era
imposible excavar refugios. Todavía en 1966 no puede precisarse hasta qué grado el
sabotaje jugó su papel en aquello que simplemente parecía imprevisión. Ciertamente se
sabía que el invierno en Rusia era extremadamente riguroso y que aun cuando la campaña
terminara en diciembre, una gran parte del ejército tendría que seguir guarneciendo
poblados y líneas de comunicaciones. Y sin embargo, nada se hizo. Se sabía así mismo que
los rusos usaban botas dos números más grandes que el pie, con objeto de empalmarse
calcetines o cuando menos rellenarlas de paja para evitar la congelación, pero las botas de
los soldados alemanes eran ajustadas a su número exacto. Además, tenían clavos, pese a
que se sabía que éstos eran un conducto para la pérdida de calor. En fin, no había ni la más
elemental precaución ante el fenómeno invernal que era perfectamente conocido.
Para el 27 de noviembre el termómetro ya había descendido a 40 grados centígrados
bajo cero en diversos sectores del frente. Los soldados luchaban desesperadamente por la
posesión de cualquier aldea para guarecerse en la noche. Los guardias se relevaban cada
hora y llevaban consigo un ladrillo caliente, no tanto para calentarse ellos, sino para evitar
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"Para mí continúa siendo un enigma el que nuestros aviones de exploración no descubrieran este
movimiento de tropas, ni durante aquellos días ni en los anteriores", dice el Mariscal Kesselring en
sus "Memorias".
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