DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 26
Salvador Borrego
fueron condenados a muerte y se impuso a todo soldado rojo la obligación de luchar contra
el antisemitismo, esa herencia vergonzosa, criminal y sangrienta.
El jefe revolucionario Sverdlov, judío, ordenó que la familia de los Romanof fuera
exterminada. Tatiana Botkin refiere así el final del Zar, de la Zarina, del Zarevich y de las
princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia: "En la prisión —casa de Ipatiev— de
Ekaterimburgo, la familia real sufría mil vejaciones. La situación de todos empeoró al ser
nombrado otro comisario; el judío Yurovsky. El trato de los guardias se convirtió en un
verdadero martirio, que sus majestades soportaban con verdadera resignación cristiana.
Por comida les daban las sobras de los guardias, quienes además escupían en los platos.
Luego les servían la comida y se las arrebataban cuando empezaban a comer.
En la noche del 3 de julio de 1918 fueron bárbaramente asesinados. "Cuando penetró
Yurovsky con 12 soldados, de los cuales sólo dos eran rusos (los demás judíos y letones),
Yurovsky se encaró con el emperador y le dijo: “Usted se ha negado a aceptar la ayuda de
sus familiares (en el extranjero) por lo que tengo que fusilarlo”. El emperador se persignó,
abrazó a su hijo con toda serenidad y se arrodilló. La emperatriz hizo lo mismo. Sonaron
unos disparos. Yurovsky disparó sobre el emperador; los soldados sobre los demás.
Dieron vuelta a los cadáveres y los asaetearon con las bayonetas. Después de esta
carnicería los cadáveres fueron despojados de cuanto llevaban, arrojados a un camino y de
ahí conducidos a un bosque cercano, donde fueron incinerados en dos hogueras: una de
fuego y la otra de ácidos". Inútilmente Nicolás II, lo mismo que su padre Alejandro III, y
su abuelo Alejandro II, se habían empeñado en reprimir a algunos de los que promovían y
capitalizaban el descontento de las masas, pero no supieron atraerse a éstas ni disolver la
conjura. Sesenta y nueve años después de que Marx y Engels crearon su fórmula de
agitación, sus descendientes raciales lograban que un gran imperio se viniera abajo. Era ése
el primero de sus fabulosos triunfos.
Como no, tardaron los rusos en darse cuenta de que habían sido engañados por los
rojos, sobrevino una violenta contrarrevolución encabezada por los generales Antón
Ivanovitch, Deniken, Kolchak, Wrangel y Yudenitch. Llegaron a arrebatarles a los rojos
territorios con más de un millón de kilómetros cuadrados y se aproximaron amenazadora-
mente a Leningrado y Moscú. Deniken esperaba ayuda de los gobiernos inglés y francés,
pero no la obtuvo.
La opinión pública norteamericana simpatizaba con los rusos antibolcheviques y
quería que se les ayudara, pero entonces toda la prensa influida por judíos se dedicó a
"desinformar" al pueblo de Estados Unidos. Así, por ejemplo, Herbert Matthews, del "New
York Times", cablegrafiaba desde Moscú (mayo 7 de 1918) que la revolución soviética no
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