DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 216
Salvador Borrego
El segundo día de la batalla Churchill pudo dar un informe optimista en la Cámara de
los Comunes y anunció que "la mayor parte” de los paracaidistas había sido aniquilada. Los
supervivientes luchaban sin desmayo, pero se creía poderlos dominar. También el Cuartel
General Británico del Medio Oriente siguió confiando en la victoria otros dos días más.
"La noche del 20 al 21 de mayo —dice el general Student, comandante de los
paracaidistas alemanes— fue crítica para el Mando Alemán. Tuve que tomar una grave
decisión. Decidí emplear la masa de las reservas de paracaidistas, con que todavía contaba,
para la ocupación final del aeródromo de Maleme. Si el enemigo hubiese hecho un
contraataque organizado durante esa noche o en la mañana del 21 de mayo,
probablemente hubiese tenido éxito en derrotar los muy abatidos y exhaustos restos del
regimiento de asalto, máxime que éste sufría de una terrible escasez de municiones".
Ese regimiento se enfrentaba con el valioso regimiento de asalto de las tropas escogidas
de Nueva Zelandia y con otros contingentes británicos. Al siguiente día las mermadas
reservas de paracaidistas capturaron en parte el aeropuerto y el pueblo de Maleme y esa
misma tarde llegó de refuerzo el primer batallón alpino alemán, a bordo de 500 transportes
y planeadores. Ciento cincuenta de ellos fueron derribados o se accidentaron al bajar, pero
lo más crítico de la batalla había
pasado ya.
Sin
embargo,
miles
de
paracaidistas habían muerto. En el
momento supremo se inmolaron
resueltamente conforme a su propio
canto de guerra: "Alemania debe vivir
aunque nosotros tengamos que
morir".
Cierto que en todas las batallas
hay en mayor o menor grado ese
espíritu de sacrificio, pero no una
certidumbre tan palpable de que la muerte es ineludible como la que afrontaron los
paracaidistas en esa lucha excepcionalmente desigual.
El mismo Churchill confiesa en sus Memorias: "Puede decirse que la batalla de Creta fue
única. El cuerpo aéreo alemán representaba la llama del movimiento juvenil de Hitler y era
una encarnación ardiente del espíritu teutónico del desquite por la derrota de 1918. La flor
y nata de la virilidad alemana estaba expresada en esas tropas paracaidistas de los nazis,
valientes, bien entrenadas y completamente fanáticas. Ningún ataque de los lanzados por
los alemanes había sido más atrevido ni más implacable".
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