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DERROTA MUNDIAL
Las preocupaciones iban en aumento para el almirante Doenitz, jefe de los
submarinos, quien a mediados de año percibió síntomas de que los ingleses detectaban a
los sumergibles desde el aire, pero los técnicos dijeron que eso no era posible y que el
radar aún no podía usarse en los aviones. Algunos submarinos se habían perdido en
forma extraña. Para agravar la situación, a fines de año tuvo que retirar submarinos del
Atlántico y enviarlos al Mediterráneo, debido a que la flota italiana no garantizaba el
abastecimiento de las tropas alemanas que habían ido a ayudar a los italianos en Noráfrica.
Un total de 41 sumergibles fueron transferidos a las bases de Italia.
Para que los sumergibles duraran más en sus recorridos Doenitz diseminó barcos
nodriza en diversos parajes del Atlántico, muy aislados de las rutas usu ales de navegación.
Fue entonces posible que los submarinos, reabastecidos en mitad del Atlántico, hicieran
recorridos hasta de nueve mil kilómetros. Pero esta táctica sufrió un golpe terrible en
junio al ser hundidos por los ingleses 5 de los barcos nodriza, a los que dé la noche a la
mañana localizaron en sus alejados parajes, tal como si conocieran exactamente su
ubicación. ¿Coincidencia o sabotaje? A fines del año se repitió otro golpe igual y llegó a
pensarse en una traición de alguien que se hallaba al tanto de los secretos de la flota.
Pero pese a todo esto Inglaterra estaba perdiendo en 1941 la batalla del Atlántico. No
obstante su enorme flota y la ayuda que recibía de Roosevelt, por cada nave que construía
perdía 3. En los dos primeros años de lucha fueron hundidos 2,432 barcos aliados con un
total de 8.938,828 toneladas. La Luftwaffe hundió 526 de esos barcos. La situación de la
Gran Bretaña era cada día más comprometida.
Por eso Churchill acudía una y otra vez a Roosevelt en demanda de ayuda (en 5 años
de operaciones recibió cien millones de toneladas de alimentos, de municiones y de
materias primas). También le pedía más barcos porque los cincuenta destructores que le
había cedido un año antes no eran ya suficientes. "Este peligro mortal —decía—es la
constante y creciente disminución del tonelaje marítimo..." Agregaba que en sólo cinco
semanas se habían perdido 420,000 toneladas ' de barcos (más de setenta naves) y
comentaba: "Nos falta la ayuda de la Armada Francesa, de la Japonesa y, sobre todo, la de
los Estados Unidos... Estos dos acorazados alemanes (se refería al Bismarck y al Tirpitz
aún no terminado) modernos y de primera clase, de 35,000 toneladas, con cañones de 15
pulgadas, nos obligan a mantener una concentración que no se había hecho antes
necesaria.
Churchill se quejaba así de que su flota estuviera sola en la lucha, a pesar de que era la
más grande flota del mundo, compuesta de 272 barcos de guerra de primera línea, entre
los que figuraban 12 acorazados, 7 portaaviones, 63 cruceros y 179 destructores. Sin
embargó Churchill no se sentía seguro frente a la pequeña flota alemana dé 54 naves, que
ocupaba un sexto lugar después de la inglesa, la norteamericana, la japonesa, la francesa y
la italiana.
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