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DERROTA MUNDIAL
inexplotadas riquezas y enorme extensión— chocaban con el brusco carácter del pueblo ruso
y eran luego objeto de hostilidades y persecuciones. El régimen de Alejandro III fue duro
con sus huéspedes. Y éstos se protegieron mimetizándose con las nacionalidades de los más
variados países de donde procedían, aunque en el fondo seguían siendo una misma raza, una
sola religión y un mismo espíritu.
El mismo año en que fue asesinado el zar Alejandro II (1881), el ministro zarista
Pobodonosteff calculó en seis millones el número de judíos residentes en Rusia y proyectó
una acción enérgica para convertirlos forzosamente al cristianismo y expulsar por lo menos a
dos millones de ellos. Aunque su plan no llegó a practicarse, hubo muchos detenidos y
numerosos exiliados. A estos últimos los auxiliaban sus hermanos de raza radicados en
Nueva York, tales como Jacobo Schiff, Félix Adler, Emma Lazarus, Joseph Seligman, Henry
Rice y otros muchos, según refiere el rabino Stephen Wise en su libro "Años de Lucha".
(Algunos de ellos -eran prominentes banqueros).
La población judía de Rusia era ya tan importante que el israelita James Partes afirma:
"En lo cultural y en lo religioso, puede decirse que el país de Israel se había transportado a
Europa oriental. Los judíos representaban la décima parte de la población. La gran mayoría
de los gentiles eran campesinos que habitaban aldeas donde no había judíos, salvo tal vez un
hotelero y un comerciante. Los judíos habit aban en pueblos y ciudades. En los primeros
constituían a veces el 95% de la población y en las segundas más del 50%”.
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La situación se hizo todavía más tirante para los israelitas y sus compañeros rusos
revolucionarios cuando Alejandro llitch Ulianóv, hijo de la judía Blanic, falló en su intento
de asesinar al zar Alejandro III. Ulianóv fue detenido y luego ahorcado junto con cuatro de
sus cómplices. Pero su hermano Vladimir guardó para sí el odio que alentaba contra el
régimen y sorteó esa época de peligro portándose como estudiante disciplinado y pacífico.
(Más tarde se convertía en jefe revolucionario, bajo el nombre de Lenin, en el reivindicador
de las minorías israelitas y en el creador de un nuevo régimen).
Por el momento, él y toda la población hebrea pasaron en Rusia años sombríos y
difíciles, mas acrecentaron sus fuerzas en el infortunio y vigorizaron sus Creencias ante la
hostilidad. Por supuesto, no olvidaron su meta revolucionaria, que el rabino Caleb había
esbozado así en la tumba de Simeón Ben Jhuda, en Praga:
"Conviene que, en la medida de lo posible, nos ocupemos del proletariado y lo
sometamos a aquellos que manejan el dinero. Con este medio, levantaremos a las masas...
Las empujaremos a las agitaciones, a las revoluciones,, y cada una de estas catástrofes
significará un gran paso para nuestras finalidades".
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Contribución del Cheto Europeo.—Por el Dr. James Parkes. Tribuna Israelita, marzo de 1956.
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