DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 150
Salvador Borrego
humanitarismo, etc., no pasaba de ser el ropaje de idealismo con que se cubrían los
inconfesables móviles de la guerra promovida por el movimiento político judío.
Alemania contestó el bloqueo total que sufría en el mar con un bloqueo parcial de las
rutas marítimas inglesas, y para esto utilizó submarinos, bombarderos y minas. Sus
inventores acababan de producir ingeniosos modelos de minas e inmediatamente
comenzaron a ser usadas. Entre ellas, figuraba una mina magnética, de 545 kilos, capaz de
partir en dos un barco de regular calado. Al contrario de las antiguas minas flotadoras de
superficie —claramente visibles para el enemigo, sujetas al azar de las corrientes marinas y
pendientes de la contingencia de que el barco enemigo las embistiera o no—, la nueva mina
magnética alemana era atraída por el casco de las embarcaciones desde una distancia de
diez metros.
Además, podía ser anclada y fijada en lugares previamente elegidos, bajo la superficie
del agua, o depositada en el fondo del mar, en sitios no muy profundos, o sea de 25 a 35
metros. El poder destructivo de esta arma se había decuplicado. Naturalmente la siembra
de minas era una labor peligrosísima para los submarinos porque tenían que realizarla en
las entradas de los puertos británicos, generalmente bien patrulladas.
Igualmente produjo Alemania una mina acústica, atraída por el ruido de los motores de
los barcos. Y luego introdujo un «contador de barcos», que permitía a ciertas minas no
estallar cuando se aproximaban las primeras embarcaciones, sino al acercarse la décima,
decimoquinta o vigésima. Esto tenía por objeto burlar a las naves barreminas que iban a la
vanguardia de los convoyes. Otro novedoso dispositivo hacía que la mina permaneciera
«estéril» durante cierto tiempo y que adquiriera su poder explosivo en determinada fecha.
En el Almirantazgo inglés hubo profunda alarma ante la efectividad de esas minas y
llegó a temerse la paralización del tráfico mercantil. Fue altamente venturoso para Inglaterra
que los alemanes comenzaran a usar esas armas en muy pequeña escala, por no esperar a
producirlas en gran cantidad. Esa precipitación hizo que los ingleses descubrieran y
adoptaran ciertas defensas antes de que la siembra de minas magnéticas y acústicas se
generalizara en las aguas de 26 puertos británicos. La impaciencia del mando alemán fue
evidentemente un error táctico que restringió la capacidad destructiva de tales inventos.
Inglaterra llegó a perder un total de 577 embarcaciones (296 mercantes y 281 de guerra)
debido a la acción de más de cien mil minas, y es incuestionable que esa cantidad hubiera
sido mucho mayor en caso de una súbita siembra de minas en grande escala.
Por otra parte, en el Almirantazgo británico había la creencia de que sus nuevas armas
defensivas neutralizarían totalmente los ataques submarinos. El detector «Asdic» era
sensible a ondas ultrasonoras que atravesaban el agua y delataban la proximidad del
sumergible. Además, existía la circunstancia de que el submarino en inmersión sólo
desarrollaba 13 kilómetros por hora y no podía permanecer mucho tiempo así, pues sus
acumuladores eléctricos se descargaban y necesitaba salir a la superficie para volverlos a
cargar con motores diesel que consumían oxígeno.
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