DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 149
DERROTA MUNDIAL
«La raza es algo cósmico, una dirección, la sensación de unos signos concordantes, la
marcha por la historia con igual curso y los mismos pasos. Y de una idéntica pulsación nace
el amor real... Contemplad una bandada de pájaros volando en el éter; ved cómo asciende
siempre en la misma forma, cómo torna, cómo planea y baja, cómo va a perderse en la
lejanía; y sentiréis la exactitud vegetativa, el tono objetivo, el carácter colectivo de ese
movimiento complejo, que no necesita el puente de la intelección para unir el yo con el tú...
Así se forja la unidad profunda de un regimiento cuando se precipita como una tromba
contra el fuego enemigo; así la muchedumbre ante un caso que la conmueve, se convierte
de súbito en un solo cuerpo que bruscamente, ciegamente, misteriosamente, piensa y obra.
Quedan anulados aquí los límites del microcosmos... Un sino se cierne sobre todas las
cabezas». Y así el pueblo alemán en armas, ante la imposibilidad de eludir la guerra en
Occidente y ante su necesidad ideológica de hacer la guerra al Oriente bolchevique, cruzó
el umbral de la paz y se internó en la siniestra grandeza de la guerra. Con sereno
entusiasmo su juventud lo sacrificó todo y se precipitó desde las frías tierras de Noruega
hasta los candentes desiertos de África, y desde las floridas campiñas de Francia hasta las
polvosas estepas de Rusia.
LA DESIGUAL GUERRA EN EL MAR
El choque entre Alemania y las potencias occidentales principió en el mar. Inglaterra y
Francia, con Estados Unidos en la reserva, tenían las flotas más poderosas del mundo. La
Gran Bretaña se enorgullecía de ser la Reina de los Mares. Alemania había sido privada de
toda su marina de guerra en 1918 y se le impuso la condición de que no volvería a forjar
una flota de primera línea.
Hitler mismo no era partidario de hacerlo; desde 1923 había anunciado que Alemania
no tenía por qué competir con Inglaterra en los mares ni en las colonias: sus miras estaban
puestas en la URSS. Y en consonancia con esa política había firmado el 18 de junio de
1935 un Tratado con la Gran Bretaña comprometiéndose a que la flota alemana no llegaría
a ser nunca mayor que el 35% de la flota inglesa. El convenio fue denunciado casi en
vísperas de la guerra, pero ya entonces la desventaja armada en el mar era irreparable.
Al principiar el conflicto con Occidente, Alemania se hallaba prácticame nte inerme
ante las flotas combinadas de Inglaterra y Francia. La flota inglesa contaba con 272 barcos
de primera línea y la francesa con 99, en tanto que la flota alemana se componía de 54
naves. En cuanto a submarinos, Inglaterra y Francia agrupaban un total de 135, contra 57
de los alemanes. Por eso estas dos potencias escogieron el mar como la primera línea de
batalla y establecieron un bloqueo total contra Alemania para impedir que recibiera víveres
y materias primas. Tenían la esperanza de vencerla por hambre.
Esa política no se hallaba ciertamente de acuerdo con los tratados internacionales de
Ginebra respecto a la forma humanitaria de librar la guerra, pues en vez de orientarse la
acción contra las fuerzas armadas se dirigía contra toda la población civil. Los estadistas
occidentales evidenciaban así que su amor a los tratados, al derecho internacional, al
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