DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 145

DERROTA MUNDIAL en la demanda». Francia seguía sus pasos. Y Roosevelt, por su parte, vivía esos días bajo el temor de «que se llegase a una paz negociada», y a fin de evitarla inició su personal correspondencia con Churchill . 74 Todavía con la esperanza de encontrar posteriormente una transacción, Hitler inició los preparativos para librar la guerra que no quería con Occidente y la guerra que sí quería, contra el Oriente. Ya en la encrucijada, ante el mortal peligro de los dos frentes, Alemania afrontó la guerra con serenidad y con entereza. Como observó Schubart, ningún pueblo ha hablado tanto de la vivencia de la camaradería propia de la guerra como el alemán: «Solamente la guerra, con sus sombras de muerte, tiene el poder de romper la coraza del alma con que se cubre el alemán en el plano individual. La mónada sobrecargada de responsabilidad personal, que es el alemán, respira cuando la atomizadora vida burguesa desemboca en el estado unitivo de la guerra... Cuanto más herméticamente nos encerramos en la propia personalidad, tanto más violento es a veces el afán de librarnos de la cárcel de la persona. Aquí tenemos la fuente del entusiasmo alemán por la guerra, fuente que emana de las capas más profundas del alma». Mucho se ha hablado en contra de la guerra. Pero evidentemente no todo es negativo en ella. Es en la lucha donde se remueven las más profundas vetas de la personalidad de los pueblos; es en la lucha donde aflora lo mejor de sus valores y lo peor de sus defectos; es en el momento supremo del «ser o no ser» cuando se ve lo que en realidad contiene un pueblo y lo que guarda celosamente como tesoro no de todos los días. Más antiguo que el deseo de paz es el deseo de guerra. Paz es cesación de lucha; paz es el reverso de un estado exacerbado de actividad y combate por la existencia. La ausencia de lucha es la «paz», es decir, paz es falta de algo. Todo lo que vive, lucha. La guerra es una amplificación gigantesca del espíritu de los pueblos y de los hombres, en la que aflo ran vivencias ocultas. En ella no solamente hay el significado de un conflicto entre dos gobiernos o entre dos pueblos: hay también significados más profundos e invisibles; quizá por eso es una necesidad esporádica de los pueblos y de la humanidad misma. No simplemente por un capricho irreflexivo, sino por una necesidad potente y misteriosa, es por lo que grandes masas de hombres en la plenitud de su existencia salen al encuentro de la muerte. Por muchos motivos es lamentable que el deseo de guerra sea tan antiguo como el deseo de paz, pero esto es un hecho. A veces la paz es cesación de lucha, aunque no paz verdadera. No siempre la paz es esencialmente perfecta, y de ahí que se haya dicho que todo lo que vive, lucha. 74 «Roosevelt y Hopkíns». — Robert E. Sherwood. 145