DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 144

Salvador Borrego La falta de flexibilidad diplomática del alemán ha sido observada por muchos. El mariscal italiano Badoglio dice que el embajador von Mackensen mostraba una «expresión muy dura» aun sin proponérselo y que hasta en los momentos en que creía decir una frase amable su tono resultaba seco. Y Dimitri Merejkovsky refiere que Napoleón estuvo a punto de ser asesinado cerca de Viena por un joven alemán de 18 años llamado Friedrich Staps. Napoleón le prometió dejarlo libre si se retractaba de lo que había pretendido hacer, pero Staps respondió: «No quiero el perdón; lo que siento es no haber podido hacer lo que pensaba... Napoleón le ofreció perdonarlo, pero él le repuso que no por eso dejaría sus ideas. El joven fue ejecutado. Al llegar al lugar de la ejecución gritó: "¡Viva la libertad; viva Alemania!» 73 Esa posesión tan completa de sí mismo, con absoluta indiferencia del medio ambiente, frecuentemente le ha granjeado al alemán un odio irreflexivo. Guisa y Acevedo dice en «Hispanidad y Germanismo»: «El alemán sabe vencerse a sí mismo. Tiene, no cabe duda, el arte inimitable de hacer de su propio yo lo que él quiera. Domina su cuerpo y su espíritu y nunca sabemos de lo que es capaz... Su práctica de la vida y el uso que hace de las cosas son actos de brutos... Acabar con Alemania es acabar con la barbarie». Y ese odio llevó a Guisa y Acevedo al extremo de afirmar, contra sus propias convicciones religiosas: «Rusia, con sus bolcheviques, es la que defiende con más fervor y con mayores sacrificios nuestra civilización... Que Alemania cuente con los mejores químicos, los mejores físicos, los mejores marinos, etc., esto prueba que es más bárbara y por lo mismo más temible y digna de odio». Precisamente ese odio, carente de fundamentos racionales, pero poseedor de fuerzas destructivas, fue campo propicio para que la habilidad diplomática alineara a casi todo el mundo en contra de Alemania. Como contrapartida, Alemania carecía de habilidades diplomáticas para neutralizar esa maniobra. Sólo tenía su franqueza, anunciada una y mil veces en sus propósitos de luchar contra el marxismo judío y de afianzar su amistad con Occidente. Pero el melifluo engaño de un bando fue más eficaz para arrastrar pueblos al abismo que la áspera franqueza del otro para detenerlos en su insensata aventura. Así se consumó el absurdo de que los países occidentales —sin saberlo— lucharan en contra de sus propios ideales y hasta de su propia existencia. LA TERRIBLE GRANDEZA DE LA GUERRA Días después del llamado de paz que Hitler hizo el 6 de octubre de 1939, quedó patente que Inglaterra y Francia no querían ninguna fórmula de arreglo. Churchill dice que el Gabinete inglés tenía «la resolución inquebrantable de darle muerte (a Hitler) o perecer 73 «Vida de Napoleón». — Dimitri Merejkovsky. 144