DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 113
DERROTA MUNDIAL
privada, religión, culto a la familia, sentido de nacionalidad, etc., tenían ciertamente
muchos más puntos de contacto con Alemania que con el bolchevismo.
El conciliador discurso de Hitler fue ridiculizado por casi toda la prensa de Inglaterra y
el gobierno le dio una respuesta hostil cuando el 12 de mayo (1939) firmó un pacto con
Turquía para completar el bloqueo de Alemania. Días más tarde los gobernantes franceses
redoblaron sus esfuerzos a fin de concertar también una alianza antialemana con Stalin,
pero éste continuaba cautelosamente esperando a que el conflicto armado se iniciara
primero entre Alemania y el Occidente.
La actitud de Hitler ante esos síntomas ominosos no varió, y aprovechaba todo acto
público para insistir en que Alemania no demandaba nada que pudiera ser lesivo para los
pueblos occidentales. En consecuencia —infería— no había ningún obstáculo para llegar a
una firme amistad, como no fueran las secretas manipulaciones del judaísmo. El 13 de
marzo (1939) se efectuó una ceremonia oficial en el Cementerio de Stahnsdorf, ante las
tumbas de 1,800 británicos muertos en Alemania durante la primera guerra mundial; el
Almirante Erich Raeder, jefe de la Marina alemana, llevó una ofrenda "a la memoria de
nuestros caballerosos adversarios —dijo— que cayeron cumpliendo su deber de soldados de
su país".
Pero todos esos esfuerzos de conciliación eran rápidamente saboteados. Precisamente
en esos días se acentuó la propaganda para agitar a inconscientes grupos polacos que creían
actuar en beneficio de su patria provocando desórdenes contra las minorías alemanas. La
vieja amistad polacogerrnana estaba siendo exhumada por intereses internacionales para
ahondar el abismo entre Polonia y Alemania. Moscú era el único beneficiario.
Alrededor de Roosevelt se movía la camarilla de Hopkins, aleccionado por el judío
Dr. Steiner, y de los israelitas Wise, Morgenthau, Frankfurter, Baruch, Untermeyer,
Rosenman, que querían salvar al marxismo soviético y aniquilar a Alemania. La meta de
esa camarilla era impopular, carecía de apoyo entre los pueblos occidentales. Entonces la
eficaz maquinaria propagandística se puso en marcha. Funcionarios de la Casa Blanca
ayudaron en esa tarea sobornando a periodistas, periódicos, revistas y escritores no
hebreos. (Muchos de estos sobornos fueron posteriormente investigados por el Senado en
1953).
Los israelitas de las altas esferas políticas eran una especie de palanca, y sus hermanos
de raza que dirigían la propaganda suministraban el punto de apoyó —en la forma de una
engañada opinión pública— para que esa palanca política moviera a los pueblos occi-
dentales hacía el rumbo deseado. En esta forma una minoría relativamente insignificante
de judíos engañó y movió una inmensa masa de contingentes no judíos, de la misma
manera en que el débil brazo de un hombre puede levantar miles de kilos mediante el
auxilio de una palanca y un punto de apoyo.
113