DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 108
Salvador Borrego
Occidente no podía conceder públicamente— y porque no le satisfizo a Stalin el potencial
bélico movilizado hasta la fecha por los anglofranceses (Memorias de Churchill).
A CUATRO HORAS DEL DERRUMBE INTERIOR
Cuando a mediados de 1938 se aproximaba la crisis en Checoslovaquia, el ejército
alemán aún requería por lo menos dos años de crecimiento y rearme a fin de quedar
capacitado para la campaña de Rusia En ese entonces sólo disponía de 40 divisiones. La
situación era precaria, pero Hitler la afrontaba con optimismo y confianza creyendo que
Occidente entendería que Alemania no buscaba contienda con él. Pensaba que a la postre
Inglaterra, Francia y Estados Unidos no interferirían los planes antibolcheviques del na-
cionalsocialismo. Algunos ministros le reforzaban esa confianza.
Pero numerosos generales, faltos del entusiasmo fanático del movimiento nazi,
abrigaban graves temores. Así como se habían alarmado en vísperas de la anexión de
Austria, se alarmaron en vísperas de la anulación de Checoslovaquia como base militar
contra el des guarnecido sur de Alemania. Su inquietud los llevó al extremo de caer en la
red de los conspiradores.
Por distintos caminos esos generales y la quinta columna marxista-judía fueron un
frente común de resistencia a la política de Hitler. Los conspiradores natos (encabezados
por el Dr. Soerdeler, el Almirante Canaris y el general Beck) hacían todo \o posible por
sacar provecho al descontento de los generales de rancio abolengo, y llegaron a establecer
contacto con Inglaterra en busca de apoyo, según lo testifica el ex Primer Ministro de
Francia Eduardo Daladier.
El jefe del Estado Mayor, general Beck —que tenía conexiones muy extrañas con
círculos extranjeros de París y Nueva York— trató de enfrentar al ejército con Hitler, cosa
que determinó que fuera sustituido por el general Franz Halder. Inmediatamente el
Almirante Canaris (el más sutil de los conspiradores), trabó contacto con Halder y
comenzó lentamente a minarle la moral con informes discretamente matizados de
propaganda. El hecho de que esos informes partieran de Canaris, Jefe del Servicio Secreto
y aparentemente amigo de Hitler, les daba pleno crédito a los ojos de Halder y de los
demás generales.
Halder no compartía las conexiones extranjeras que cultivaba su antecesor, general
Beck, pero no tardó también en participar en la conjura. Churchill refiere en sus Memorias
que entre los conspiradores figuraban los generales Stuelpnagel, Witzleben (comandante de
la guarnición de Berlín), Brockdorff (comandante de la guarnición de Potsdam), y Von
Heldorff jefe de la policía de Berlín. Dice que "Brau-chitsch (comandante del ejército) fue
informado y dio su aprobación. La tercera división panzer, mandada por el general
Hoeppner, estaba lista al sur de Berlín para dar el golpe a tas 8 de la noche del 14 de
septiembre, pero a las 4 de la tarde de ese día supo que el Primer Ministro británico,
Neville Chamberlain, había accedido a discutir con Hitler la amistosa resolución del
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