DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 410

Salvador Borrego desaliento —añade— sucedieron al entusiasmo que produjo la impresionante cantidad de armas y de elementos de combate que se habían desembarcado y que dieron a todo el mundo la certidumbre de que la resistencia alemana quedaría pulverizada muy en breve". El lento y costoso avance por el extenso sur de Italia llegó hasta Cassino —donde iban a librarse cuatro de las más notables batallas de la guerra mundial— y quedó detenido ante los paracaidistas alemanes. "Tras un fuego infernal de artillería que duró varias horas — dice Badoglio— se inició el ataque de infantería. Pero ésta se vio detenida inmediatamente por el certero fuego enemigo, de modo que los progresos apenas fueron dignos de mención. Y como es natural, a la euforia de los primeros días sucedió la desilusión y desaliento". La invasión de Italia, iniciada el 3 de septiembre, se hallaba atascada frente a Cassino cuatro meses después. A principios de enero de 1944 ocurrió una de las traiciones más inconcebibles y nuevamente estuvo a punto de venirse abajo todo el frente alemán en Italia. El mariscal Kesselring, comandante alemán de ese frente, tenía en la región de Roma a las divisiones Panzer 29 y 90, como reserva estratégica para rechazar una nueva invasión aliada en Italia, detrás de las líneas alemanas. El general Von Vietinghoff, comandante del décimo ejército que operaba muy al oriente de Cassi- no y que detenía a los ingleses y a los neozelandeses, pidió a Kesselring el 18 de enero que le enviara temporalmente dichas divisiones (la 29 y la 30). Kesselring se negó porque preveía que los aliados in- tentarían un desembarco cerca de Roma, pero en ese momento llegó el almirante Canaris, Jefe del Servicio Mariscal Kesselring, comandante alemán del frente en Italia. Se negaba a mover sus reservas porque esperaba un desembarco aliado a la altura de Roma, pero Canaris le dio deliberdamente informes falsos. Por segunda vez conjuró un cataclismo. Secreto Alemán, y le dio seguridades de que tal desembarque no se intentaría. Afirmó que en Napóles —base naval de los aliados en Italia— no había los menores preparativos. Canaris estaba mintiendo, Kesselring lo ignoraba entonces y accedió a enviar sus reservas al sur de la Península; toda la zona de Roma quedó desguarnecida. Apenas se habían alejado las divisiones 39 y 30, una gran flota aliada atracó en Anzio, a 48 kilómetros de Roma, y desembarcó un poderoso cuerpo de ejército. En esa región no quedaban entonces más que dos batallones alemanes y hasta el cuartel general de Kesselring se hallaba a merced de los atacantes. Un cataclismo en todo el frente pudo haber ocurrido en esos días, pero por un lado se conjugaron la 410