—Me quiero bañar ahorita, porque en la mañana,
como para variar, tu hermano estuvo horas en el baño,
y ni siquera eso puedo hacer porque no tengo con qué
secarme.
—Anda, desahógate, es muy bueno.
—No me abraces. Estoy harta de no encontrar mis
cosas donde las dejo, de que cualquiera las agarre, de que
seas el albacea de la mota de todo mundo, de que nos
interrumpan cuando hacemos el amor, de no poder ir al
baño tranquilamente, y de que a ti te valga madre lo que
me pasa.
—Eso es, sácalo todo.
—Odio que vayas a ensayar y estés con la tipa ésa. No
creas que no me doy cuenta.
—¿Cuál tipa?
—Laura.
—Podría ser mi mamá, no mames.
—Absurdo tú, que bien que aprovechas las escenas
para cachondéartela.
—Si vuelves a patear eso, me cae que sí me vas a hacer
encabronar.
—A ver.
—¡Estáte quieta, ya, carajo!
—Que se esté quieta tu madre.
—¡No! ¡El póster no!
—¿Y ahora, quién toca?
—¡Rafael, no dejas dormir, ya bájale a tu escándalo!
—¿Dormir a esta hora?
—Ayer la discusión también estuvo subidita de tono y
me fregaron la siesta.
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