—No hay que ser, Yaqui. No te enojes. Nomás le doy
una bachita y ya.
—Gracias. Me cae que eres a toda madre.
—Sólo que no llegues pacheco al ensayo. Luego Sabina
ya ves cómo se pone.
No me gustaba que Rafael fumara marihuana todos
los días, y muchas veces nos habíamos peleado por eso
hasta que decidí no insistir en que la dejara. Lo peor es que
a sus papás no les importaba que lo hiciera, sus hermanos
también le entraban de vez en cuando, y desde que el
Chubby y Juan Carlos compartían del departamento de
abajo, él fumaba mucho más. Creo que, en realidad, lo
que me dolía era no saber darle el golpe al cigarro. Nunca
aprendí, así que las pocas veces que decidí probar el churro
que yo misma había forjado -eso sí lo sabía hacer muy
bien- no me hizo efecto.Y la frustración era doble.
Miércoles
1:30 pm
—Rafa, ¿tú dejaste mi toalla tirada en el piso?
—No, ¿por qué?
—Porque está empapada y cochinísima.Alguien la pisó.
—Pues agarra otra y ya, tan fácil.
—¡No es tan fácil, fíjate!
—No grites.
—Sí grito. Es la primera vez que estamos solos y tengo
ganas de gritar.
—Okey, maestra. Haz lo que quieras.
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