Aburrido de estar tantas horas en aquel atestado vestíbulo , aproveché la apertura de las puertas para salir . Mi intención era simplemente dar una vuelta por el aeropuerto para matar el tiempo . Error . Estados Unidos no es el mejor país para saltarse las normas . Caminé algunos minutos por un largo y solitario pasillo mirando los aviones parados a través de una enorme cristalera . Hasta que alguien comenzó a vocear al otro lado del pasillo . Me gritó en inglés palabras que no pude comprender y comenzó a correr hacia mí . Instintivamente yo también comencé a correr , pero en sentido contrario . Mirando hacia atrás pude confirmar que me perseguía un policía rubio de cara colorada y de unos 120 kilos de peso . Corría apresurado hacia mí sin dejar de gritar y sujetándose los pantalones con una mano y con la otra la funda de la pistola . Yo seguí corriendo buscando la puerta del vestíbulo por donde había salido . Me costó encontrarla , pero al final lo logré . Entré apresurado . Pocos segundos después lo hizo el policía . Se acercó a mí jadeante y sudoroso . Me cayó un chorreo espectacular . Poco pude entender . Pero creo que más o menos me vino a decir que la próxima vez que se me ocurriese salir sin permiso de aquella especie de gueto , o me volaba la cabeza o peor aún me pondría un mono naranja para que pasase el resto de mis días en Guantánamo comiendo cerdo y escuchando música rock las 24 horas del día para que no me pudiera dormir .
Con el miedo aún en el cuerpo esperé junto a mis compañeros todavía un par de horas más hasta la salida del vuelo a Nicaragua . No me moví ni para ir al servicio .
En dos horas más o menos volamos de Miami a Managua . Llegamos y un aire húmedo y cálido me golpeó la cara nada más salir del avión . Era el agobiante clima tropical que me acompañaría durante ese mes de mi estancia en Nicaragua .
Una camioneta nos estaba esperando en el aeropuerto . Conducía una de las monjas . Maru se llamaba . Nada tenía que ver con la imagen que yo tenía hasta entonces de lo que era una monja . Maru era grandullona y vestía camiseta y pantalones cortos . Maru que era uruguaya me cayó muy bien . Mantuvo con nosotros una conversación animada durante todo el viaje y nos hizo un breve resumen de la actualidad política , social y económica del país . Para mí la conclusión fue que el caos reinaba en Nicaragua de la misma forma que lo hacía en el tráfico de aquella capital desordenada .
Pasaron como otras dos horas hasta que Maru nos fue dejando en las diferentes comunidades donde pasaríamos los próximos 30 días . A los últimos que nos dejó fue a Marta y a mí . Anochecía y llovía con fuerza . Bajamos de la camioneta y allí nos quedamos junto a nuestras pesadas mochilas diciéndonos que pronto vendrían a buscarnos . En seguida se hizo noche cerrada .
Casi una hora después vimos como a lo lejos se acercaba un muchacho a caballo junto con otros dos caballos sin jinete . Miré a mi alrededor con la esperanza de que hubiese alguien esperando a los caballos . Pero no vi a nadie . Me temí lo peor . Intuí que los caballos serían nuestro medio de transporte . Yo nunca había montado en un caballo y así se lo dije al muchacho . Y además añadí que tampoco lo iba a hacer en aquel momento y menos con aquella mochila pesada en un camino embarrado , de noche y lloviendo a mares . El chaval se encogió de hombros . Así que o me montaba en el caballo o me quedaba allí en medio de la nada de un país desconocido . Si en ese instante me hubiesen preguntado si quería volver de nuevo a España no lo hubiese dudado . Menuda mierda de viaje . Pero no me quedó otra que subirme al maldito caballo con mi mochila de 30 kilos de peso .
El caballo comenzó a andar por aquel lodazal . Me movía sobre el caballo como un péndulo . Y en aquel preciso momento supe que iba a morir . Me caería del caballo . Me golpearía la cabeza y la espalda contra el suelo . Moriría aplastado por mi mochila , pateado por el
Página 30