Culdbura18 invierno 2022 | Page 150

La consejera de Sanidad de la Junta de Castilla y León , Verónica Casado , advertía ese mismo miércoles que muchos jóvenes se habían convertido en supercontagiadores y que se estaba produciendo un fuerte incremento de casos de la variante delta . Ambas circunstancias caracterizaban la explosiva quinta ola . Además , imitando a los detectives de Mentes criminales , se atrevía a dar el perfil del supercontagiador : se trataría de un sujeto joven , asiduo de bares y zonas de alterne , que mantenía infinidad de contactos con otros individuos , pero dentro de lo que sería una relación superficial . Este hecho hacía que fuera difícilmente localizable para hacer su seguimiento , puesto que los infectados solían referir de él poco más de que lo conocían de vista , no aportando , u omitiendo por temor , datos sustantivos sobre su persona .
En relación con la figura del supercontagiador aludido , la incidencia por grupos de edades era la siguiente : entre los 12 y 19 años , 2676,27 casos por cada 100 000 habitantes ; entre los 20 y 29 años , estaba en los 3591,84 , mientras que , en las horquillas de 30 a 39 y 40 y 49 años , este parámetro se situaba en 1163,26 y 515,54 , respectivamente .
A propósito de la quinta ola , el vicepresidente y portavoz de la Junta de Castilla y León , Francisco Igea , siempre en la fecha referenciada tres párrafos arriba , realizaba unas declaraciones en las que se reconocía a sí mismo como idiota , al tiempo que hacía extensiva la calificación a todos los políticos con responsabilidad ejecutiva , por haber hecho “ cinco veces la misma cosa en España ”, esto es , adoptar medidas “ equivocadas ” de relajación en cuanto la incidencia infectiva había comenzado a descender . Igea , asimismo , se dolía de que en España las cosas estuvieran yendo peor que en los países de su entorno , lo cual , según él , era debido , entre varias causas más , a que , en esos países , los presidentes no hablaban de “ las sonrisas ” de los desenmascarados o de la vuelta de “ la vida fantástica ” tras un periodo de restricciones .
( De nuevo el virus intenta abrir la boca , y de nuevo la tercera persona se lo impide , obligándolo a morderse la lengua , al tiempo que lo amenaza con cruzarle de lado a lado la boca con un parche de cinta americana , harta de estar tirando del hilo de tramilla a todas horas ).
El viernes 23 de julio del año de que se trata , la Calorina Farias , toda sofocada y dignísima , decía que su departamento administraría una tercera dosis de refuerzo , aunque no sabía cuándo . El Ejecutivo , según ella (¿ no era Europa la que realizaba las compras de forma centralizada ?), ya había suscrito con Pfizer un contrato para el suministro de viales por mil ochocientos millones de euros , y con Moderna , por quinientos aproximadamente . Además , había sido tajante al responder , a la pregunta correspondiente de una periodista , que , sin duda , sería necesario vacunarse cada año contra el coronavirus . Calorina Farias , ¡ mira que era difícil !, iba a hacer bueno a su antecesor Salvador de Pacotilla , Boquitadepiñón .
Lo que parecía estar cada vez más claro era que las vacunas valían para poco o , poniéndose en lo peor , que era la única opción posible dada la realidad del momento , no servían para nada .
Por esas mismas calendas , el alcalde de Burgos se apuntaba a la sinsorgada de los “ alcorques vivos ”. “ En esta zona se ha respetado la vegetación espontánea para favorecer la proliferación de insectos polinizadores ”. La ínfima parte buena del asunto ( también el infierno debe de tener su ínfima parte buena ) era que , por mor de esa iniciativa , muchísima gente ( entre esa gente , el alcalde ) se había enterado de que al cerco u hoyo que se hace en torno a un árbol para que sirva de escorrentía al agua se le llama alcorque . Bueno , pues los “ alcorques vivos ”, a tenor de los ridículos cartelitos que se habían colocado en el tronco de unos cuantos árboles dispersos ( desgraciados ellos ), consistían en dejar crecer los yerbajos a su antojo en esos cercos de tierra que pespunteaban el asfalto de la ciudad , para favorecer la polinización de las plantas llevada a cabo por los insectos ; dicho de otra forma , para favorecer la proliferación de molestos insectos y malas yerbas , que , una vez agostadas , se convertían en auténtica yesca llamando al fuego . Ahora se hablaba de “ alcorques vivos ”, cuando hasta

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