matar una mosca , bueno , hasta ese día , hasta ese momento . Ni ellas eran así , ni jamás se habían comportado de forma tan violenta . Sí , cierto que cuando hablaban con vehemencia impresionaban , sobre todo doña Eloísa , y había quien las creía capaces de una burrada pero de un … bueno , de dos , o tres asesinatos … ¿ quién podía creerlo o imaginarlo ?
Pero la vida es así , impredecible , inexplicable , imparable . Nunca sabemos cuándo ni cómo nos va a cambiar en un chasquido de dedos .
Miraron los tres , bueno , los cuatro cuerpos . Se miraron . Volvieron a mirarlos . Volvieron a mirarse .
¿ Cómo había pasado ― se preguntaba doña Eloísa ― de ser presidenta de Acción Católica en el pasado a ser presidenta del Club del crimen en el presente ?
Para Zulima , en cambio , aquella escabechina matinal más le hacía parecer haberse convertido en ángel exterminador del mal en la tierra .
Ya sé que ustedes dudan de cuanto les estoy narrando , que mantienen sus dimes y diretes razonando que es imposible tanto acontecimiento gore ; pero , ¿ acaso no han dicho más de una vez aquello de todas las desgracias vienen juntas o la desgracia se ha cebado en esta familia ? ¿ Y qué me dicen de la archiconocida historia del santo Job ? ¿ Acaso no han sentido un venerable y oculto miedo de que alguna vez pudiera ocurrirles algo parecido ?
La puerta de la calle había quedado entreabierta y a resultas del ruido , gritos y disparos salió la vecina de enfrente , algo sorda , cojeando y apoyándose en su cachaba de fresno , preocupada por ciertos ruidos extraños .
―¡ Doña Eloísa ! ― gritó desde el umbral de la puerta ―. ¿ Está usted bien ?
―¡ No entre , Casimira ! ― gritó a su vez doña Eloísa , pero la Casimira no oyó bien , ni entendió , claro , el mensaje , empujó la puerta y … ¡ se halló en medio de aquel paisaje desolador : doña Eloísa aún con el arma en las manos , un montón de cuerpos ensangrentados en el suelo , la criada , Zulima , envolviendo en una sábana al más cercano a la puerta . La voz en la espalda hizo volverse a Zulima , quien volvía a estar con las manos ensangrentadas . Los ojos del muerto miraban fijamente a la Casimira , y esta al muerto .
―¡ Ay , ay , ay , ay ! ― solo sabía decir la pobre octogenaria quien de inmediato se llevó una mano al pecho . Le faltaba aire . Se le fue el color . Le falló la voz . Trastabilló . Dando un traspiés se le escapó de las manos el bastón .
―¡ Ahora , no , por favor , señora Casimira ! ― suplicaba Zulima no sabiendo si atender primero al muerto o a la anciana que se le venía encima ―. ¡ Ahora , no !
Pero ya el evangelio había profetizado hace más de dos mil años aquello de “ porque no sabéis el día ni la hora ”, aunque no para tantos juntos y al mismo tiempo , cierto , y en época de paz , claro . La pobre mujer cayó redonda . ¿ Un ictus en el cerebro ? ¿ Un ataque al corazón ? ¿ El pavor de la posibilidad de ser una víctima más de muerte violenta por sus ― creía ― pacíficas y queridas vecinas ? Habremos de esperar el tiempo necesario hasta que el forense dictamine .
―¡ Santo cielo ! ― se santiguó doña Eloísa ―. ¡ Lo que nos faltaba ! Zuli , deja a ese , mete dentro a la Casimira y cierra la puerta no tengamos ahora una asamblea de vecinos .
Zuli , obediente , hizo lo que se le mandaba , mascullando por lo bajo , algo extraño en ella aunque comprensible por los acontecimientos que se le iban acumulando :
―¡ Quién me mandaría a mí salir de mi país ! Allí al menos se me morían de uno en uno y no tenía que andar tapándolos ni escondiéndolos ― rezaba por lo bajo ―. ¡ Doña Eloísa ! Y ahora , ¿ qué hacemos ? ¡ Yo no voy a poder deshacerme de tanto cadáver ! Le re-
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