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Antes nos lo dijeron otros muchos . Ahora , Mahler , vistiendo su poderosa orquesta de sencillas sonoridades populares , nos vuelve a recordar el aroma místico de la música . Para Beethoven todavía el mundo era una epifanía de Dios , y la alegría venía de su contemplación . Pero en el siglo XIX no solo los descreídos ilustrados , también Darwin se había sumado al coro del escepticismo . Nietzsche había certificado la defunción de Dios , antes siempre presente en el arte y en la música . De modo que solo quedaban los niños , la alegre infancia que cree en los Reyes Magos y en la familia reunida en Navidad . Quizá todos los humanos llegamos a lo mismo por diferentes caminos , pues también Nietzsche recomienda transformarse y pasar por el yo debo y el yo puedo para llegar al candoroso sí de la infancia . Es decir , volver a esa niñez inagotable de la que hablaba Rilke .
Lou Andrea Salome fue una persona extraordinaria por muchos motivos . Escribió numerosos libros tanto novelas como ensayos sobre temas muy diversos . Fue buena amiga de grandes intelectuales a lo largo de muchos años y en algunos de los más notables dejó una huella profunda . Nietzsche le pidió en vano que se casara con ella en 1882 . Años después , enseñó a un joven Rilke su lengua y su patria rusa . Además , ambos siguieron manteniendo correspondencia hasta la muerte de aquel a quien puso Rainer ( Puro ), nombre que adoptó desde entonces .

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En el mismo año en el que Nietzsche y Wilde morían , en el mismo en el que se completó Lord Jim , en ese mismo 1900 , mientras Mahler esperaba poder estrenar su tercera sinfonía , el errabundo Rilke publicaba su admirable Historias del Buen Dios . No es de extrañar que en su constante ir de un lado a otro tuviera que llegar a Rusia para encontrase con ese Dios bondadoso¸ ciertamente muy alejado del Dios ilustrado y omnisapiente de Schiller . Y tampoco es raro que Rilke , hijo de la religiosidad alemana que ya se estaba tambaleando , tuviera que viajar a los confines de Europa , a la vieja Rusia , seguramente porque allí Dios todavía andaba muy presente . Algo después sus versos y sus huesos recalaron en nuestras ibéricas tierras . Sabía que en los dos confines de Europa , ambos pobres y atrasados , todavía se encontraba esa piedad popular que tan íntimamente se ligaba a su infancia . Por eso el narrador , rodeado de un público de personas adultas , cuando cuenta las historias del Buen Dios , les recuerda con insistencia que se las han de contar a los niños , que ellos son los que las pueden entender . Rilke